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Channel: El Blog de José Ramón Ubieto
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La culpa-cortada

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La culpa edípica conecta el goce al superyó por la vía paterna. Somos culpables de nuestros pecados morales. Lacan, sin anular este registro de la culpa -que Freud teorizo alrededor del mito edipico-, va más allá con su concepto de goce. En “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano” (1960) señala: “(…) Ese goce cuya falta hace inconsistente al Otro, ¿es pues el mío? la experiencia prueba que ordinariamente me está prohibido, y esto no únicamente, como lo creerían los imbéciles, por un mal arreglo de la sociedad, sino, diría yo, por la culpa del Otro si existiese: como el Otro no existe, no me queda más remedio que tomar la culpa sobre Yo [Je], es decir creer en aquello a lo que la experiencia nos arrastra a todos, y a Freud el primero: al pecado original. (…) Pero lo que no es un mito, y lo que Freud formuló sin embargo tan pronto como el Edipo, es el complejo de castración”.

Unos meses antes, en el Seminario de “La ética del psicoanálisis” había explorado los límites de la transgresión y las barreras (bien, belleza y piedad) que el discurso crea para recubrir lo imposible. La separación entre el padre y el superyó se va haciendo más nítida y la culpa aparece desconectada del hecho mismo del goce y de su prohibición para conectarse, en cambio, a la falta-de-gozar, al hecho que el goce está perdido.

A esto se refiere en “Televisión” (1970) cuando dice: “La gula con que denota al superyó es estructural, no efecto de la civilización, sino «malestar» (síntoma) en la civilización”. El mito del padre ya no sirve para explicar lo imposible y el hecho de que se es culpable de gozar poco, lo que obliga al sujeto a hacerse cargo de esa falta. El padre deviene síntoma (Miller).
Un poco más tarde, en “Encore” (1973), y refiriéndose al goce, introduce  el equívoco entre coupabilité y cupabilité: (…) Supongan que haya otro, pero justamente no hay. Y por lo mismo, porque no hay, y que de ello depende el que haría falta que no, la cuchilla, pese a todo, cae sobre el goce del que partimos. Tiene que ser ese, por falta— entiéndase como culpabilidad— por
falta del otro, que no es”.

La culpa encuentra su causa en el corte, la coupabilité. El sujeto está afectado por un goce cortado, limitado, velado por el mito del padre. Es de este imposible de donde se nutre el superyó cuando profiere su orden imposible: goza!!. A esto se refiere Lacan en “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano” cuando dice “A lo que hay que atenerse es a que el goce está prohibido a quién habla como tal, o también que no puede decirse sino entre líneas para quienquiera que sea sujeto de la ley, puesto que la Iey se funda en esa prohibición misma. En efecto, aun si la ley ordenase: Goza, el sujeto sólo podría contestar con un: Oigo, donde el goce ya no estaría sino sobreentendido”.
La respuesta a esta falta-de-gozar es la culpa que deviene así estructural. En el Seminario XXI “Los no incautos yerran” (1973-1974) -inmediatamente posterior a “Encore” -  en su clase del11 de Diciembre de 1973, vuelve a referirse al corte y la culpa: “El redondel de hilo es algo que les permite la teoría de un nudo. Para romperse, exige tener que ser cortado (coupé). La culpabilidad (coupabilité)”.

Esa es la culpa secreta, a la que se refiere el texto de presentación de las Jornadas, condición del imperativo superyoico que exige de nosotros un esfuerzo más y un sacrificio que hoy toma formas diversas, muchas de ellas ligadas a la “gestión” xtreme de los cuerpos. Recientemente, el New York Times informaba de varios estudios que estiman que un 35 por ciento de los estudiantes universitarios toman ilegalmente psicoestimulantes para combatir el estrés de los periodos de exámenes y otras circunstancias similares . Todo ello en un país donde los últimos datos alertan de una prevalencia del TDAH de más del 20% en secundaria.

Publicado en:

El Buscón -Boletín de las XII Jornadas de la ELP-. (Selección 3).



El porvenir de la intimidad

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Los antiguos miraban al cielo o consultaban los oráculos para escrutar el presente y  adivinar el futuro. No fue hasta el Renacimiento que el anatomista Vesalio inauguró, con la autopsia (verse a sí mismo), la mirada sobre lo más íntimo de cada uno, hasta entonces ignoto. A él le siguieron, siglos más tarde, los rayos X y todas las tecnologías médicas actuales desde el endoscopio hasta las IRM (Imágenes por Resonancia Magnética).  La ilusión que sustenta estos avances es que se podría extraer la verdad del sujeto, incluso aquello más opaco: lo éxtimo.

El futuro inmediato nos propone un paso más allá donde el concepto de íntimo y privado se volatiliza bajo el imperativo actual del “verlo todo” (G.Wacjman). Si la mirada en la modernidad, como el voyeur de Sartre, se escondía por pudor, hoy la consigna es mirar sin vergüenza, mirarlo todo sin ocultarse. El ideal de transparencia se convierte así en una ley de hierro y justifica gadgets como las Google Glass y otros artilugios de realidad virtual. La intuición freudiana de un hombre conectado a objetos que prolonguen los sentidos (vista, oído, tacto,..) y su poder destructivo (armas) es ya una realidad que plantea interrogantes sobre su incidencia subjetiva y social.

Mirar es también ser mirado como muestran bien los reality shows donde ver y ser visto se confunden y más que un Gran hermano que mira sin que le vean, aquí se trata de un pequeño hermano (todos los televidentes) que miran y gozan, al igual que los concursantes por ser mirados. Somos mirados desde antes de nacer (ecografías) y cada paso posterior es objeto de vigilancia, lo sepamos o no: escáneres corporales, cámaras de videovigilancia (en ciudades como Londres se toman cerca de 300 imágenes de cada paseante), redes sociales, Google Earth. La previdencia de Minority Report cada día resulta menos ficción y ya se especula con tecnologías capaces de leer nuestros pensamientos (!) o sistemas de trazabilidad que no dejarían oculto ni un segundo como sucede con los objetos que incorporan un GPS.

Estas tecnologías no sólo nos vigilan, también crean una nueva intimidad y un goce añadido al ligar la mirada a ese otro voyeur universal. La mirada es hoy una mercancía con un gran mercado global. Ya nadie puede mirar ignorando que es mirado y desde la telerealidad hasta nuestra práctica de las redes sociales, todo esta afectado por este hecho. Es obvio que las conexiones que nos facilitan estos artilugios tienen también una función de desconectar nuestro cuerpo de la realidad reduciéndola a una imagen (cámaras que no nos dejan ver el paisaje, fotos almacenadas en archivos digitales que nunca veremos, música que nos hace sordos al otro,..).

Usar y disfrutar de sus posibilidades no es incompatible con una perspectiva crítica. El riesgo de reducir lo real a un mundo-imagen, guiado por la pasión de verlo todo, es volvernos ciegos ante lo más íntimo de cada uno y de la sociedad, como ya ocurrió el siglo pasado (guerras y holocausto). Les aconsejo un antídoto: lean a Junichiro Tanizaki y su “Elogio de la sombra”.

¿Cómo abordar los fenómenos de violencia familiar desde el Trabajo en red?

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Intervención en el VIII FORUM INTERXARXES.Viernes 11 de octubre de 2013. Barcelona

La violencia es siempre, a diferencia de la agresividad constitutiva del ser humano, un signo del fracaso de los intercambios verbales, algo ya no pasa por la palabra -que se muestra impotente- y se manifiesta mediante un acto, una intención agresiva hacia el otro: insulto, desprecio, agresión directa, negligencia efectiva. Decía Lacan que es “en los confines donde la palabra dimite, donde empieza el dominio de la violencia que reina ya allí, incluso sin que se la provoque”.

La violencia tiene sus coordenadas simbólicas, alrededor de los discursos y creencias que la promueven o la estigmatizan. También la violencia nos ofrece una escenografía llena de imágenes, fascinantes a veces y aterradoras casi siempre. Pero la violencia, sobre todo, tiene una dimensión real que afecta al cuerpo bajo diferentes formas

Sabemos que el fenómeno, por sí mismo, no es suficiente para captar todo aquello que la violencia trae implícito, hace falta localizarlo en la estructura y comprender su lógica. Más allá del acto en sí, podemos diferenciar dos lógicas: en una la manifestación de violencia tiene en cuenta al otro como interlocutor y en este sentido busca una respuesta, a veces de confrontación, otras de castigo, pero siempre sosteniendo así el vínculo con el otro.

La segunda lógica implica que esta violencia busca directamente la eliminación de cualquier vínculo y por lo tanto la destrucción del otro. Es una manifestación del odio en estado puro donde no encontramos ningún signo subjetivo de empatía, dolor, culpa.

Los dos casos son graves pero el último tiene mucho peor pronóstico y este dato es importante pensando en las intervenciones posibles ya que sabemos las dificultades que comportan. Por un lado por su complejidad donde juegan muchas variables (familiares, educativas, sociales, personales) y de otra la implicación emocional que nunca nos deja indiferentes y se manifiesta como angustia mas o menos reconocida. Es fácil por lo tanto precipitarse en la respuesta o por el contrario inhibirse, las dos salidas habituales ante la angustia que nos recordaba Freud.
El trabajo en red, sin duda, nos ayuda a pensar mejor las respuestas porque nos obliga a hacerlo conjuntamente, como elaboración colectiva. Este es, sin duda, uno de los beneficios directos de esta metodología de trabajo tal como hemos comprobado en la experiencia del Programa Interxarxes (www.interxaxes.net).

Nos hace falta pues encontrar e inventar formulas diversas para organizar esta conversación –antídoto de la violencia- interdisciplinaria que nos oriente en el trabajo compartido y que nos permita a la vez sostenernos en el acto que le corresponde a cada cual: social, educativo y/o clínico. Buscar prácticas colaborativas que promuevan recuperar el poder de la palabra, de la escucha y la conversación haciendo un buen uso de estas herramientas.

Violencias invisibles

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La cifra oculta de la violencia infantil


Asunta, Ruth y José, Allison y Andrés, son algunos de los niños y adolescentes asesinados recientemente por sus progenitores. Apenas una pequeña parte, la punta del iceberg, de una realidad mayoritariamente invisible: la violencia contra los niños. Sabemos con precisión las estadísticas de otra violencia no menos dramática, las mujeres asesinadas cada año por sus parejas: 52 en el 2012 y 37 en lo que llevamos de año.

Lo que no sabemos, porque no existen estadísticas, es la cifra de niños y niñas, menores de edad, fallecidos víctima de violencia, generalmente en el medio familiar. Resulta paradójico que la alarma social y el revuelo mediático que provocan estos crímenes no se acompañe de datos precisos que dimensionen la gravedad de los hechos. Algunos expertos estiman que la cifra podría ser incluso superior a la de violencia de género. Sin olvidar además que a estas cifras mortales se suma el hecho de que cada día miles de niños en nuestro país sufren en silencio esa violencia por parte de padres, o de otros familiares con los que conviven (800.000 al año según datos de Save the Children)

Sorprende esta ausencia de datos con las proclamas sobre el interés superior del niño, como principio jurídico y la voluntad de las administraciones en proteger a la infancia en riesgo. Lo que sí sabemos de manera precisa son los menores agresores, que han aumentado en un 23% respecto a años anteriores (Observatorio del Poder Judicial).

¿A qué se debe esa invisibilidad, esa ceguera social compatible con el seguimiento minucioso y muchas veces obsceno de algunos casos mediáticos? ¿Nos preocupa más la infancia peligrosa que la infancia vulnerable? Hoy las políticas públicas están cada vez más condicionadas por los grupos de afectados o por los lobbies con intereses diversos. Todos ellos hacen oír su voz para exigir recursos y normativas que se ocupen de sus dificultades. Quizás este dato nos aclare algo sobre esa cifra oscura.

Más allá de la estadística, la invisibilidad de esta violencia la hace más persistente y para algunas familias constituye su clave secreta, el lazo que las cohesiona, alrededor del cual la familia se mantiene unida y muda. A veces pasa un tiempo largo hasta que esa violencia “estalla” y surge como síntoma insoportable para alguien, habitualmente un hijo/a adolescente. Este vínculo paradójico, en que violencia y lazo afectivo se conjugan, produce efectos duraderos en los niños y a veces sólo una posterior ruptura permite tratarlos adecuadamente.

La violencia es siempre el signo de un fracaso, es “en los confines donde la palabra dimite, donde empieza el dominio de la violencia que reina ya allí, incluso sin que se la provoque” (J.Lacan). El silencio colectivo sobre estos hechos, como lo muestra el otro silencio largo tiempo sostenido sobre los niños robados, es un claro factor de desprotección de la infancia. Visibilizar la infancia, por el contrario, es otorgarles su condición de sujetos de pleno derecho, legal y subjetivo.



Escrito en el cuerpo

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La Voz de Galicia, Sociedad, 9 de noviembre de 2013

El psicoanalista Jacques Lacan nos recordaba que el hombre está capturado por la imagen de su cuerpo, lo adora como si fuese su única consistencia. El cuerpo se convierte así en nuestro nuevo partenaire y por eso asistimos a un culto alrededor de ese nuevo ídolo. Desde el body building hasta la creciente industria del dopaje y el mercado de remodelado del cuerpo, que alcanza a actores, deportistas, militares y ciudadanos de a pie.
Todas estas estrategias de disciplinar los cuerpos apuntan en la misma dirección: alcanzar una imagen de nosotros mismos aceptable y amable para el otro, lo que incluye también el creciente furor por los tatuajes, piercings y otras modificaciones del cuerpo (body mod). 
Los jóvenes muestran otro uso relacionado con esas marcas, que constituyen una especie de branding personal, algo que los identifica y diferencia al tiempo. En una época globalizada donde el sujeto pasa desapercibido en el anonimato de la tribu global, le queda «hacerse» un nombre escribiendo en el cuerpo una marca.
Al placer estético y a la nominación se les une, en algunos adolescentes, un tercer uso. Nos relatan prácticas de escarificaciones, incisiones superficiales que mortifican el cuerpo produciendo una satisfacción paradójica: calman la tensión y la rabia insoportable que experimentan, y al tiempo les produce una sensación de estar vivos.

Trastornos, malestares y diversidad. ¿Cómo abordamos el TDAH?

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Consultable online:

http://www.ciimu.org/index.php?option=com_acajoom&act=mailing&task=view&listid=3&mailingid=162&Itemid=999&lang=es






Durante el mes de enero de este año, se celebraron las Jornadas Trastornos, Malestares y Diversidad. Cómo abordamos el TDAH?, organizadas por el Institut d’Infància i Món Urbà (CIIMU), con la colaboración de la Sección de Infancia del Il·lustre Col·legi d’Advocats de Barcelona. El objetivo de las Jornadas -en las que participaron más de 500 personas de ámbitos muy diversos: psicólogos, psiquiatras, juristas, educadores y trabajadores sociales, enseñantes, asociaciones de familias, etc.-, era abrir un ámbito interdisciplinario de aprendizaje y debate sobre el TDAH, donde se pudiera mostrar la complejidad y la diversidad de enfoques de un tema que preocupa y provoca sufrimiento no sólo a los niños y adolescentes involucrados, sino también a sus familias y a los profesionales que trabajan con ellos. Un tema que se ha convertido también en objeto de creciente interés social y mediático como consecuencia del incremento de su diagnóstico y tratamiento farmacológico, hasta el punto que el Comité de los Derechos de los Niños de Naciones Unidas ha advertido recientemente a España del hecho que se está haciendo un exceso de prescripción de psicoestimulantes y de la necesidad de promover otras medidas de carácter educativo, psicopedagógico, social, etc., en el tratamiento de este trastorno.



Las ponencias que se presentaron en las Jornadas han sido recogidas en una publicación digital y editadas en un conjunto de vídeos, que os adjuntamos. También se han recogido algunas de las numerosas intervenciones que se hicieron desde los invitados de la fila cero y desde el público asistente en un vídeo resumen. Asimismo os adjuntamos el link donde podréis escuchar la tertulia que se celebró después de las jornadas en el programa “El matí de Catalunya Ràdio” de Manuel Fuentes, con la intervención de los Dres. Joan Ramon Laporte, José Ramón Ubieto i Josep Antoni Ramos.



Creemos que en conjunto constituye un buen material que refleja muchas de las diferentes aproximaciones, preocupaciones y controversias que están presentes hoy en relación a la detección, el diagnóstico y el tratamiento del TDAH. Esperamos que sean también un buen instrumento para continuar avanzando en la comprensión y abordaje de este tema desde el rigor científico y el respecto a la diversidad de enfoques, pero sobre todo desde la perspectiva de que es el interés superior del niño el que tiene que orientar prioritariamente todas las actuaciones.

 

Textos y videos de:
Enric Bolea, Susana Brignoni, Concha Fernández Martorell, Eva García, Joan-Ramón Laporte, Josep Moya, Javier Peteiro, Montserrat Tur, José Ramón Ubieto i Francesc Vilà.


 

Hombres fuera de juego

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LA VANGUARDIA, Tendencias. Sábado, 14 de diciembre de 2013

Para muchos varones la crisis actual ha supuesto la pérdida de su rol de sustentadores principales de la familia y los ha confrontado a diversos interrogantes sobre su condición de homo faber, que ha dejado de controlar su entorno al verse privado de su capital principal. Estudiosrecientes confirman el aumento de problemas de salud mental referentes a cuadros depresivos, ansiedad o consumo de alcohol que afectaría principalmente al colectivo de personas en paro.
Estos “hombres al sol” nos hablan de sus sentimientos de soledad y de impotencia, asociados a crisis en las relaciones de pareja y al hecho de sentirse desautorizados como padres a causa de su improductividad. Sentimientos de inutilidad que nos confirman que hoy la obsolencia programada no afecta sólo a los objetos, también a las personas que son evacuadas como desperdicios, resto que queda afuera del sistema productivo.
Ellos constituyen el nuevo real social, la llamada nueva pobreza. Ya no son el ejército de reserva tradicional que, aunque en precario, formaban parte del sistema, ahora se perciben claramente fuera de juego. “Vivo la vida por anticipado” es la manera que tiene C. de explicar cómo su existencia depende del crédito mensual de su tarjeta.
Buscar respuestas a estas crisis de ocupación, de pareja y de parentalidad implica partir de sus potencialidades y deseos para transformar eso que se presenta como un conflicto en una solución que incluya al otro -pareja, hijos, profesionales de apoyo- generando y compartiendo ideas juntos (Sennett).
Un taller concebido como un  lugar de encuentro y de palabra, donde cada uno con sus herramientas construye una nueva manera de estar y de hacer, es una oportunidad para exponer esas “invenciones”, compartirlas con otros hombres y resignificar así su nuevo rol como padres y hombres.
Hablar, por ejemplo, de ese sentimiento recurrente de infantilización que experimentan en relación a sus parejas: “nos tratan como niños y supervisan todo lo que hacemos mal en casa y con los hijos”. Hablarlo para salirse de esa posición infantil y permitir con la pareja otro vínculo que no sea de maternaje, y que ponga en juego el deseo, eso que para cada uno, hombre y mujer, está más allá de los cuidados. O pensar juntos en el significado actual de la función paterna, evitando tanto la nostalgia de la autoridad ideal que nunca existió como las tiranías del consumo que hacen del padre-proveedor un anestésico para el malestar infantojuvenil.
“Encontrar apoyo moral, psicológico, profundizar en cómo está cada uno, habernos conocido, sacarse el susto de la crisis, rebajar la tensión en casa, mejorar las relaciones de pareja, sentirte acompañado con otros, tener más potencia para buscar trabajo,..” valoraciones que reflejan cómo este tipo de iniciativas, cada vez más frecuentes, son una respuesta necesaria para devolver a estos “sujetos desahuciados” el valor y la dignidad que les corresponde y de la que se sienten despojados a causa del paro y de las amenazas de ruina y exclusión.


Vergüenza y angustia

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La Vanguardia. Tendencias. Viernes, 22 de febrero de 2013


José R. Ubieto. Psicoanalista


“Señor, no sobreviviré a esta desgracia. Tengo honor y una reputación que perder”. Estas palabras, puestas en boca de Vatel, cocinero del Gran Condé, por Madame de Sévigné, fueron el preludio de su posterior suicidio al no poder cumplir con sus obligaciones en el festín con el que el príncipe quería seducir al rey francés. “No hay vida sin honor” sería su lema, muy distinto del de su anterior señor, el superintendente de finanzas Fouquet, arrestado por malversación de fondos.

La vergüenza es un sentimiento que incluye la mirada del otro. Sentimos vergüenza cuando el otro está presente y nos sorprende en una satisfacción íntima. Hoy vemos, con los casos de corrupción, cómo ese pudor es un valor en declive y por ello el reconocimiento de la falta o la petición de disculpas públicas inexistente. “Hay que decir que morir de vergüenza es un efecto que raramente se consigue”  anticipaba Lacan en 1970.

Lo que cotiza al alza es, más bien, la desinhibición, ser un poco sin-vergüenza en la escena pública. Exhibicionismo y abusos en las redes sociales, personajes televisivos que pueblan los reality shows, -siempre dispuestos a mostrarnos sus vergüenzas íntimas- e imputados y condenados por corrupción inclinados primero a exhibir su poder y luego a mentir y exculparse sin pudor alguno.

No parece haber en la mayoría de estos casos acuse de recibo subjetivo de ninguna pérdida, condición indispensable (pero no suficiente) para rectificar la posición. La mala reputación resulta efímera y reciclable en la vorágine de las noticias y acontecimientos. El Greed is good (La avidez está bien) de Gekko, protagonista del film Wall Street, ha tomado el relevo del honor como brújula.

Donde antes la mirada del Otro avergonzaba, ahora es la nuestra que goza mirando el espectáculo y eso, sin duda, explica algo de la tolerancia social que ha habido. La crisis, con sus pérdidas, ha puesto de manifiesto que el impudor de unos constituye la violación del pudor de otros y de allí la actual rabia y protesta de buena parte de la ciudadanía avergonzada.

Correlativamente a este declive de la responsabilidad (responder de lo que uno hace o dice) otro afecto se hace más presente en nuestras vidas: la angustia. Afecto que no engaña sobre su relación a lo más íntimo de cada uno y que toma formas variadas: ataque de pánico, inquietud en el cuerpo o sentimiento de vacío que, en casos extremos, puede empujar a alguien al suicidio. Los casos de desahucios lo muestran de manera dramática. En ellos el goce de la codicia encuentra su reverso, allí sí hay pérdida real y por tanto un vacio en el tener y en el ser del sujeto “desahuciado”.

¿Cómo recuperar la función social de la vergüenza, factor clave en la convivencia? Las recientes iniciativas de autoregulación por parte de estudiantes en relación al uso de los Informers, al igual que la voz firme de algunos líderes de movimientos sociales son buenos ejemplos –en ámbitos diferentes- para recuperar la dignidad.

Jornades Adolescents fora de joc (CIIMU)

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Organitza: Consorci Institut d’Infància i Món Urbà (CIIMU) en col·laboració amb la Secció d’Infància de l’Il·lustre Col·legi d’Advocats de Barcelona (ICAB) i la Fundació Cassià Just.

Dates: 27 i 28 de febrer de 2014
Lloc: Il·lustre Col·legi d’Advocats de Barcelona

Els temes que s’abordaran, són els següents:
  
Documental: “Vides exemplars: adolescents del segle XXI”
  
Cossos en on/off: la prova adolescent de l’embolic entre l’organisme i els sentiments
  
Pantalles: comunicació, creació i xarxa
  
Educació: entre el saber i la invenció
  
Nous llenguatges i noves regles a la família

 
Amb la participació dels següents ponents:


Francesc Vilà, psicoanalista. Director Sociosanitari de la Fundació Cassià Just. Membre del Consell de Polítiques Socials i Familiars de Presidència de la Generalitat de Catalunya

Laura Fernández, periodista i escriptora

Rosa Ros, Centre Jove d'Anticoncepció i Sexualitat (CJAS)

Jordi Royo, psicòleg clínic. Director clínic d’Amalgama 7

Joan Carles Seuba, professor titular de Dret Civil  de la Universitat Pompeu Fabra

José Ramón Ubieto, psicòleg clínic i psicoanalista. Institut Municipal de Serveis Socials. Ajuntament de Barcelona

Jesús Alonso, professor de la Universitat Politècnica de Catalunya i director del Máster en Disseny i Creació de Videojocs

Joaquim Dorca, editor de jocs presencials. Soci director de Devir

Adriana Gil, professora de la Universitat Rovira i Virgili. Coordinadora del grup de recerca JovenTIC (Joventut i Tecnologies de la Informació i la Comunicació)

Andreu Van den Eynde, advocat penalista, especialista en delictes informàtics. Professor de Negociació de la Universitat Oberta de Catalunya. Coordinador de Formació Penal de l’Il·lustre Col·legi d’Advocats de Barcelona

Carme Gómez-Granell, directora de l’Institut d’Infància i Món Urbà (CIIMU)

Jordi Collet, professor de Sociologia de l'Educació de la Universitat de Vic

Paco Estellés, director de les plataformes d’Educació Social dels Salesians i Vicepresident de la Federació d’Entitats d’Atenció i d’educació a la Infància i l’Adolescència (FEDAIA)

Begonya Gasch, psicopedagoga. Directora general de la Fundació El Llindar

Pau Marí Klose, professor de Sociologia de la Universidad de Zaragoza. Investigador i col·laborador de l’Institut d’Infància i Món Urbà

Montserrat Tur, advocada i mediadora familiar, experta en dret de família i infància

Mercè Falguera, educadora, antropòloga i activista

Elena Lauroba, jurista. Professora titular de Dret Civil a la Universitat de Barcelona

Ramon Morell, director d’adolescència i joventut de l’Ajuntament de Barcelona

Xavier Roigé,  professor titular d’Antropologia Social de la Universitat de Barcelona



Adolescentes: del déficit a la invención

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La Vanguardia. Tendencias, sábado 1 de marzo de 2014


Cada adolescente tiene un presentimiento, algo más o menos difuso que conecta su niñez con la vida adulta. Este presentimiento es el anhelo de hacerse mayor realizando aquello que le es propio y que le permitirá vincularse al otro y le proporcionará un cierto sentimiento de utilidad social y personal

Para ello no tiene otra que construirse una vida "ejemplar", algo que le sirva a él ya que no se dispone del pret-a-porter ni de la medida estándar. Realizar este presentimiento requiere un lenguaje nuevo, que sea propio y donde cada adolescente se reconozca. Un lenguaje desafiante y provocador, sentido como vivo y que diga algo del malestar experimentado. 
Este lenguaje se hace con diferentes herramientas: palabras, música, baile, dibujo, fotografía, rap, hip hop, cuerpos tatuados, peinados, formas de vestir.

Pero descubrir y hacer suyo el presentimiento no es fácil, rápidamente emerge la angustia de no dar la talla, la sombra del fracaso, de no tener nada digno para presentarse al otro. 
Surge la regresión y los impasses en forma de inhibición, conductas perturbadoras, consumos, prácticas de riesgo que pueden “confirmar” su exclusión y el No Future.

Ningún adolescente es ajeno a la mirada del Otro adulto, de hecho muestran una sensibilidad extrema que los hace esconderse en el anonimato de su habitación cerrada, los parques desiertos o la red. Sustraerse a esa mirada es una necesidad que a veces implica cierta confrontación.

Cuando los miramos y los clasificamos poniendo el énfasis en sus déficits (trastornos, fracaso, adicciones) bloqueamos, más que facilitamos, la salida de ese túnel que el adolescente, como decía Freud, debe perforar en una doble vía: cumplir las exigencias sociales y dar satisfacción a las pulsionales que el nuevo cuerpo sexuado le plantea.

Esta tarea de separación del mundo infantil no es deseable que la hagan solos o con sus conexiones virtuales. Necesitan también un interlocutor de cuerpo presente que sancione ese tránsito y les ayude a renunciar al autoerotismo de la fantasía -actualizada con los omnipresentes gadgets y los consumos diversos-para buscar los nuevos objetos en el exterior (pareja, estudios, trabajo).

Caducados los viejos ritos de iniciación, el riesgo es que ante la ausencia de nuevas propuestas, el pasaje adolescente se eternice y terminemos viéndolos como un problema y un déficit para el que algunos (expertos) creen tener la solución.

La alternativa es dar un lugar a sus invenciones, conscientes que lo propio de la invención es que, al fabricarse con los materiales existentes, siempre se trata de un saber incompleto, de pequeños fragmentos creados a modo de un bricolaje para poner palabras a ese real íntimo y singular de cada uno (Lacan).

Acompañarles en esas invenciones es asegurarnos que lo nuevo de su generación se inscribe en la época, sin excluirlo, y crea así nuevas tradiciones que trasmitan sus logros a las generaciones futuras. ¿De qué otra cosa, sino de invenciones, están hechas nuestra tradiciones, tal como muy bien nos mostró el gran historiador Eric Hobsbawm?

El sentimiento de culpa

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La Vanguardia



Cultura (s)   |  miércoles, 5 de marzo de 2014  |  Páginas 2-5







Dossier: El sentimiento de culpa

El sentimiento de culpa está ligado, en nuestra tradición judeo-cristiana, al obrar en oposición a la moral convenida y merece por ello el castigo. De la misma manera la impunidad -nunca ausente en sus diversas formas de corrupción- en ese discurso queda relegada a la clandestinidad.

Hoy el goce, satisfacción que empuja a su máximo logro, otorga otro estatuto a la impunidad. Ya no se trata de los vicios privados que "ahorran" el pago sino que ahora se presenta precedida de un investimento social positivo: la idolatría de esos personajes -algunos enjuiciados- como ejemplos públicos de ese goce llevado a la excelencia. Ese empuje al gozar -resorte del consumo y la adición generalizada- no es ajeno a la impunidad del sujeto contemporáneo.

¿Donde queda pues la culpa y que tratamientos observamos para aliviarla? Por un lado la ciencia ofrece argumentos de disculpa ligados a las explicaciones causales de muchos actos vitales (infidelidad, fracaso escolar, trastornos mentales, inversiones especulativas) que dejarían de implicar la responsabilidad del sujeto para reducirse a aspectos "moleculares" (genética, neurotransmisores) sobre los cuales el sujeto nada tendría que decir. La paradoja es que ese sentimiento de culpa arrojado por la puerta, retorna por la ventana de las imputaciones hereditarias (padres con antecedentes genéticos). La religión y el discurso (neo) moral también proponen otra tratamiento vía el perdón que supone renegar del acto sin necesidad de rectificar y por tanto hacerse responsable de ello.

¿No será la angustia, un afecto que no engaña al decir de J.Lacan, el que toma el relevo de ese sentimiento de culpa y de la vergüenza que, en ocasiones, la acompañaba? La prevalencia de los cuadros de angustia (desde el estrés postraumático hasta el panick attack) así parece atestiguarlo. En este dossier , tres psicoanalistas discuten estas cuestiones.


Culpa, vergüenza y perdón

La culpa tiene diversas causas, la primera es la que los clásicos resaltaron: el dolor de existir. Aún sin haber pedido venir al mundo, paradójicamente, nos sentimos culpables de habitarlo. Freud habló luego del sentimiento de culpa por gozar y transgredir los límites, sea bajo la forma de una compulsión, una infidelidad o un desafío.
Lacan añadió otra vertiente de la culpa, más compleja pero más actual, ahora que los límites se difuminan: la culpa por no gozar lo suficiente, por no ser felices con todos los objetos que pueblan nuestra existencia.

El mito del padre edípico, agente de la prohibición, ya no sirve para explicar el hecho de que uno se siente culpable de gozar poco, lo que obliga al sujeto a hacerse cargo de esa falta sin poder culpar al otro castrador de esa insuficiencia. El goce está limitado al hombre por su condición de ser hablante -ya Hegel se refirió al lenguaje como asesinato de la cosa- y la respuesta a esta falta de gozar es la culpa que deviene así estructural. El Nothing is imposible, lema global, vela esa imposibilidad con su ilusoria promesa.

Culpa “secreta” y causa del imperativo superyoico que exige de nosotros un esfuerzo más y un sacrificio que hoy toma formas diversas, muchas de ellas ligadas a la “gestión” xtreme de los cuerpos. Informaciones recientes del New York Times nos hablan de que el 35 por ciento de los estudiantes universitarios toman psicoestimulantes para combatir el estrés de los periodos de exámenes y circunstancias similares. Otros consumos compulsivos (tóxicos, cibersexo, comida) muestran como ese empuje al ¡Goza! (Enjoy!)  certifica que lo que no está prohibido es obligatorio, en la búsqueda imposible de ese goce perdido cuya culpa (falta) no cesa de agitar al sujeto.

El reverso de todo ello es la prevalencia actual de la angustia como pathos. Basta como muestra los 500.000 soldados americanos (de los dos millones desplazados a Irak y Afganistán) que padecen secuelas graves post traumáticas.

Diversidad de la culpa a la que corresponden también modos distintos de tratarla. Uno es el autocastigo, fijación a un síntoma que nos produce malestar consciente si bien implica un alivio de esa culpa inconsciente. ¿Cuántos varones infieles se “hacen castigar” por ello de diferentes maneras? ¿Cuántos conductores demasiado veloces se “hacen multar” o limitar por otros motivos?

Otro modo clásico, y hoy de renovada actualidad, es pedir perdón y mostrar arrepentimiento. Lo practican políticos, líderes religiosos, empresarios e incluso países enteros. Algunos –no todos- añaden a la petición los signos de otro afecto: sentir vergüenza por sus actos. Otra manera de dar salida a la culpa, que implica un grado de subjetivación mayor que el simple perdón.

Que extrañas suenan hoy las palabras de Vatel, cocinero del Gran Condé:“Señor, no sobreviviré a esta desgracia. Tengo honor y una reputación que perder”. Pronunciadas comopreludio de su posterior suicidio, al no poder cumplir con sus obligaciones en el festín con el que el príncipe quería seducir al rey francés, evocan el afecto de la vergüenza.

Pretender hacerse perdonar por los daños causados implica la existencia de un discurso moral, teñido de religiosidad, que busca más la absolución del pecador que su rectificación efectiva. El problema es que ese pedido de perdón no es seguro que confronte al sujeto con su responsabilidad. Y si no lo hace sabemos que la única consecuencia posible será la repetición de ese exceso. Es lo que la clínica nos enseña: cuando un sujeto no elabora la culpa respondiendo de sus actos, queda entonces fijado a la búsqueda de ese perdón sin que su posición se modifique lo más mínimo. La responsabilidad queda entonces del lado del Otro que es quien puede/debe perdonar.

“Lo que tu haces sabe lo que eres” aseveración de Lacan que indica que un sujeto ético no es aquel que se disculpa sino el que testimonia de lo íntimo de su ser que se halla comprometido en sus actos y decide qué hacer con ello, lo cual no va sin una pérdida, sea en bienes, en imagen, en afectos. Cuando el sujeto no consiente a esa pérdida, y si además se trata de un personaje público, el mensaje que transmite es la impunidad por el goce obtenido.

¿Por qué se inhiben los testigos de la violencia?

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La Vanguardia. Tendencias, viernes 7 de marzo de 2014



La filmación de la paliza en la escuela de Sabadell nos conmociona por la brutalidad misma de la violencia ejercida, pero también por la difusión en las redes sociales y por la inhibición de los testigos, compañeros y adultos. Varios estudios recientes confirman el aumento de las conductas agresivas por parte de las chicas que se suman a las ya clásicas de la difamación o rechazo de otras compañeras.

Dejando de lado -la desconocemos- la motivación particular de la agresora, ¿cómo entender la inhibición de los testigos? ¿Se trata de una aprobación de la agresión, de un miedo insuperable, de un goce del espectáculo o de una mera indiferencia ante el dolor de la agredida? Es posible que varias de estas razones cuenten para algunos de los presentes.

En cualquier caso lo que comprobamos en estos hechos es que la figura del testigo mudo y cómplice es clave por dos razones. Por una parte su mirada –muchas veces retransmitida por las pantallas (móviles, redes sociales) – añade un plus de goce al recrearse en la violencia y el dolor del otro sin por ello implicarse en el cuerpo a cuerpo. Al tiempo concede cierto protagonismo al agresor por la viralidad de las imágenes.

Por otro lado inhibirse y, por tanto hacerse cómplice del fuerte, asegura a cada uno –imaginariamente- su inclusión en el grupo dominante y evitar ser así excluido de él por frikio pringao. Los adolescentes dudan de su condición de “normales” , temen “no dar la talla” y ser apartados quedando como los raros, aquellos que encarnan, más que otros, la diferencia extraña y provocan por ello el odio, la burla y el acoso.

El pánico de verse segregado de ese espacio compartido (pandilla, círculo del patio, facebook,..) y de los beneficios identitarios que conlleva, hace que el sujeto se anticipe en su inclusión cómplice por temor a ser rechazado.

Por ello, el bullyingplantea siempre un ternario formado por el/ los agresor/ es, la víctima y el grupo de espectadores, muchas veces mudos y expectantes. Sus testimonios resaltan su deseo: callar y aplaudir para no convertirse en víctimas, ellos también.



“ADOLESCENTS DEL SEGLE XXI: VIDES EXEMPLARES"

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DOCUMENTAL. 
Dirección: ORIOL ROVIRA. Guión: José Ramón Ubieto y Oriol Rovira
Disponible en:  www.ciimu.org

“Una creación coral. No son vidas de santos y, de momento, nadie ha cambiado el mundo. Pero son sus reflexiones, su día a día, sus anhelos recogidos en un vídeo planteado como un proyecto de creación conjunto entre un grupo de adolescentes y estudiantes de comunicación audiovisual y periodismo.

El Institut Municipal de Serveis Socials(Ajuntament de Barcelona) puso en marcha la experiencia Adojo (A+J) para ofrecer un espacio creativo y de reflexión a chicos y chicas en situación de vulnerabilidad. Posteriormente, y con la intención de recoger una mirada transversal de los adolescentes, se incorporaron al proyecto jóvenes de todas las clases sociales y con situaciones socioeconómicas diferentes. No se trata de hurgar en sus vidas, sino de que expresen cómo observan la realidad y las situaciones más cercanas con las que se encuentran. Pese a las diferentes procedencias y los diferentes niveles de riesgos de exclusión hay un hilo conductor en su forma de analizar y sentir las relaciones con la familia, la escuela y la comunidad”.  Cristina Sen. La Vanguardia. 1/3/2014.


Entrevista en "La Voz de Galicia"

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La Voz de Galicia| A CORUÑA | Viernes, 4 de abril del 2014


«Nadie sale de la crisis solo, sino con los otros»

José Ramón Ubieto (Sabiñánigo-  Huesca, 1958), miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis  y de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis, participará en la jornada que el Instituto del Campo Freudiano llevará a cabo, hoy y mañana, en la Fundación Paideia bajo el título “La crisis... del discurso actual”. 



—¿En qué se ha notado ese cambio de discurso?
—No sólo ha cambiado en las cuestiones económicas y materiales, sino también en muchos aspectos de las relaciones familiares y sociales es relevante si tomamos la perspectiva del 2008 hasta ahora. Hay estudios que constatan los efectos, que han aumentado las consultas por temas de depresión, ansiedad y el aumento del consumo de alcohol o cannabis. Hay otras cuestiones que también se dan, como un aumento de la tasa de suicidios los primeros años de la crisis, aunque después se estabiliza.

—La depresión parece un proceso previsible de la crisis.
—Los hombres de mediana edad, entre 40 y 55 años, son el sector que sale más afectado por la crisis. Antes de la crisis se estimaba que el 85 % de los sustentadores de los hogares eran hombres y en estos momentos el porcentaje se ha reducido en un 50 %. Eso quiere decir que hay un sector de la población que ha perdido el trabajo, sus perspectivas de recuperarlo son escasas y tienen sentimiento de inutilidad, que tiene un efecto depresivo.

—¿Le cuesta más al hombre ese tipo de cambio de roles?
—Los procesos de transformación social son lentos y es evidente que el cambio respecto a lo masculino hace tiempo que está en crisis. Ese declive tiene que ver con el de otra figura muy importante, que es el padre. La crisis lo que ha hecho, en algunos casos, es exacerbarlo y eso supone para los hombres un reajuste y repensar su lugar en lo social y la familia. Algunos pueden reubicarse, pero para otros es difícil y hay que pensar que algunos problemas de violencia de género que vemos tienen que ver con respuestas reactivas frente a esta pérdida de su referencia. Algunos se agreden a sí mismos y también hay casos que agreden a otros, tanto con la violencia de género o con el populismo, con el resurgir de los discursos xenófobos y de extrema derecha.

—¿Por qué no actúa la educación como freno?
—La educación tiene muchas virtudes, pero es un error que cometemos constantemente atribuir los déficits o conflictos a un problema de educación. La paradoja es que adolescentes que han sido educados, socializados, cultivados a partir de las teorías de género y acciones preventivas, reproducen algunos patrones de maltrato y de relaciones de abuso a la pareja. Hay que pensar que no todo se resuelve con la educación, sino que tiene que ver con lo que Freud, en su momento, denominó la pulsión de muerte. Partimos de la idea de que el hombre busca la felicidad, pero Freud nos advertía que a veces se puede autodestruir. Hay aspectos que tienen que ver con la responsabilidad no con la educación.

—¿Cuáles serían las pautas que recomendaría ante la crisis?
—Uno tiene que hacer un duelo, porque es una pérdida en muchos sentidos, asumir que va a haber un cambio, repensar las prioridades y confiar en que cada uno tiene un deseo que le motiva y debe ponerlo en juego y hacerlo con los otros. Nadie sale de la crisis solo, hay que buscar el encuentro con los otros en un mundo como el actual de las tecnologías online que tienden a separarnos.

—¿Demoniza la tecnología?
—Al respecto no debemos de ser ni apocalípticos ni integrados. Me refiero a que las tecnologías digitales no pueden substituir a las personas físicas. La idealización de las relaciones virtuales es un error.

El futuro es femenino

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La Vanguardia, Tendencias, 13 de abril de 2014


En un época de incertidumbres lo único cierto son las paradojas, signo de una nueva era en la que ya no funciona únicamente la lógica que inauguro el régimen patriarcal, donde todo estaba escrito y calculado en una misma clave. “Estamos en la fase de salida de la era del padre, escribía el psicoanalista Jacques Alain Miller, y lo femenino toma la delantera a lo viril”.

El factor más decisivo es el nuevo rol de la mujer que implica nuevas maneras de hacer y sitúa lo femenino como la lógica que mejor convive con las paradojas y la incertidumbre. Si lo fálico exige la previsión contable, cierto conservadurismo y promueve vínculos jerárquicos, lo femenino se aviene mejor con la improvisación, la horizontalidad de la red y una identidad en construcción.

Basta echar un vistazo a los recientes movimientos sociales y políticos, a los fenómenos de resistencia activa en los países islámicos, a las propuestas de cambio social, donde el compartir se ofrece como alternativa al conflicto directo, para percibir que el futuro es y será femenino. El liderazgo y la presencia en ellos de muchas mujeres y hombres que coinciden en no rechazar lo femenino que los constituye, anuncia esta nueva lógica del no-todo fálico, opuesta a la idea de la norma-macho que definiría en exclusiva aquello que es normal para hombres y mujeres. Lógica femenina que se expresa bien en las prioridades, más cercanas al sufrimiento, a lo que no va, a lo que cojea en cada uno y en cada comunidad.
La paradoja, decíamos, es el rasgo propio de la hipermodernidad y por ello este cambio cohabita con el viejo paradigma patriarcal: el totalitarismo en la política y el feminicidio en el ámbito de las relaciones de pareja, son sus síntomas más claros.
"Para el hambre que dice usted estar pasando, la veo bastante gordita". Esta frase, dicha por el periodista Alfonso Rojo a la activista de la PAH Ada Colau rezuma un evidente machismo, aunque solo sea por considerar que la “normalidad” de un cuerpo de mujer debería ser la delgadez. Pero además Colau es una líder social atrevida, que no ha rehuido enfrentarse dialécticamente a hombres poderosos, hecho también poco normal. No se trata de una simple anécdota que condenar, llueve sobre mojado. Las leyes sobre el aborto y la educación, o el auge en Europa de la extrema derecha son otras formas de “normalizar” esos cuerpos femeninos agitados.

Si el régimen del “todo fálico” supone que la mujer quede reducida a su condición de objeto, en la escena sexual y en otros ámbitos de la vida, la propuesta actual redefine los roles y torna problemático el papel del hombre. Para empezar ya no puede servirse igual de la potencia que le otorgaba esa disimetría y su rol central en la provisión de bienes. Hoy ya no son los hombres los únicos, y pronto dejarán de ser los principales, sustentandores de la familia.

Algunos leen este hecho, en su clave fálica, como la consecuencia de un cambio de poder: ahora ellas quieren mandar. Eso les provoca desorientación, inhibición, sentimientos de infantilización. Para otros el sentimiento de indignación y rabia, mezclado con el afecto depresivo, alcanza formas de odio que llegan al asesinato, tal como muestra la cifra de feminicidios.

El duelo de este tiempo que se acaba, difícil para muchos y muchas, se prolongará y en él mientrastanto asistiremos a la paradoja del retorno más feroz de modos antiguos que resisten violentamente a un futuro que será femenino.



TIC: afición y adicción

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29 de abril de 2014. La Vanguardia

Noelia Conrado

 
Las nuevas tecnologías de la información y la comunicación generan afición, pero también adicción. El exceso de consumo de pantallas digitales preocupa cada vez más a los padres
Unos envian whatsapps, otros leen correos electrónicos, hay quien consulta el tiempo, o busca el itinerario más eficaz para llegar a un lugar… El móvil es ya un instrumento imprescindible sin el cual algunos no sabrían vivir. Su utilización permanente y hasta compulsiva es preocupante. Lo habitual es realizar un promedio de 150 consultas diarias.
Lo dice el psicólogo clínico y psicoanalista José Ramón Ubieto, quien sostiene que el móvil se ha convertido en una herramienta de trabajo, en una linterna, en un GPS… “un instrumento multiuso que se puede utilizar con frecuencia y al cual se pueden realizar 150 consultas diariamente sin que eso suponga que seamos unos adictos a la tecnología, ya que la adicción no viene determinada por el número de consultas sino por la necesidad de hacerlas”.
Como el móvil, el resto de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) –ordenadores, consolas, reproductores de audio y vídeo, etc.– están llamadas a facilitarnos la vida, pero en ocasiones consiguen alterarla. El problema aparece cuando pasa de ser una afición o una herramienta de trabajo a convertirse en una obsesión. Ubieto distingue entre una adicción y un uso tecnológico muy frecuente: “Los nativos digitales, por ejemplo, han nacido en la era tecnológica y para ellos utilizar el móvil o internet a menudo es habitual, mientras que la adicción es una condición singular de cada individuo, hay personas que son más susceptibles de ser adictas a cualquier objeto, ya sea un móvil, un videojuego o una máquina tragaperras”.
LOS JÓVENES Y LAS TIC
Para Ubieto vivimos en una “sociedad adictiva”, dependiente de los objetos, donde todo incita a necesitar un producto determinado. Una conducta que es más proclive en los adolescentes, que sucumben ante las novedades y todavía no tienen forjada su personalidad.
Un dato significativo es que en 2013 entre la población infantil (de 10 a 15 años) el uso de las TIC fue muy elevado, nueve de cada diez niños utilizaron el ordenador e internet y seis de cada diez de los menores disponía de teléfono móvil, según datos del Instituto Nacional de Estadística.
Asimismo, según el estudio Jóvenes y Comunicación: la Impronta de lo Virtual, realizado por el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud, las TIC y las redes sociales son entendidas por los jóvenes como el lugar en el que hay que estar y en el caso de las personas más tímidas o inseguras les ayudan a perder la vergüenza.
Datos que corroboran que para los jóvenes la realidad virtual se ha convertido en una nueva forma de integración social y disponer de una cuenta en las redes sociales ya es imprescindible.
 
LA OTRA CARA DE LAS TIC
El consumo excesivo de las pantallas digitales –móvil, ordenador, tabletas, videojuegos o televisión– en algunos casos genera “un cambio de comportamiento como obsesión por las novedades, necesidad permanente de estar conectado, aislamiento del entorno familiar o pérdida de contacto con la sociedad y más amigos virtuales”, explica Enric Gómez, psicólogo del centro médico Atlàntida de Barcelona.
Gómez sostiene que cuando aparecen estos síntomas entre los adolescentes muchos padres acuden preocupados a las consultas, ya que no saben cómo manejar la situación, cómo vencer el uso compulsivo de las videoconsolas o cómo gestionar el tiempo que pasan utilizando las TIC. Situación que, en parte, es agravada –según Gómez–, por la ausencia de reglas, ya que no hay un manual sobre el uso adecuado de las redes sociales y no está estipulado el tiempo recomendable de consumo tecnológico, lo cual genera más incertidumbre.
Tanto Gómez como Ubieto coinciden en destacar que el uso de las TIC no se puede negar, la clave está en enseñar a utilizarlas correctamente. Para ello, los padres deben convertirse en aliados de las tecnologías y controlar el uso que hacen sus hijos de ellas.
Un caso controvertido es el de Facebook. El psicólogo de Atlàntida explica que un joven no puede tener Facebook hasta cumplir la mayoría de edad, ya que así lo indica la red social. No obstante, si los adolescentes desean crearse una cuenta los padres pueden llegar a un acuerdo. “Pueden proponerles que accedan a Facebook a través de sus cuentas, y si los padres no tienen deberían familiarizarse con el mundo digital, así sabrán qué es lo que quieren sus hijos y qué buscan en las redes”. Estarán demostrando que confían en sus hijos y ganarán su confianza, ya que les dejarán navegar, pero ellos controlarán la situación, ya que esta inmersión en Facebook se hará a través de su cuenta.
Además de estas indicaciones, Ubieto añade que es importante no dejarles solos: “Ellos aprenden rápido, pero nosotros tenemos que mostrarles las consecuencias del uso tecnológico, ya que cualquier actividad en la red deja una huella digital”. La red almacena todo –imágenes, vídeos, comentarios...– y “si no hacemos un buen uso de la información después se puede volver en contra”, sentencia.

la intimidad que deja de serlo

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La Vanguardia. Cultura(s) | Miércoles, 14 de mayo 2014

Dossier: El porvenir de la intimidad
MIQUEL BASSOLS | ENRIC BERENGUER| JOSÉ R. UBIETO

La intimidad es una noción que se afianza a lo largo del siglo XIX en el marco de una cultura burguesa que hace de la vida privada y del yo su referencia civilizatoria. Se acepta así que cada uno es conocedor y dueño de sus secretos, tesis que empieza a desmontarse con el descubrimiento freudiano del inconsciente. Hay secretos íntimos para nosotros mismos y la ilusión de ser transparentes sólo se sostiene en ciertos momentos de la infancia cuando pensamos que los padres leen nuestros pensamientos.

Hoy esta intimidad sufre una profunda transformación y prueba de ello es la popularidad del concepto de extimidad. Generalmente se usa como si fuera el reverso de la intimidad y se asemeja al hecho de que hoy lo íntimo ha devenido público. Para Lacan, autor del neologismo, extimidad tiene otro significado, alude a aquello más íntimo que sin embargo es irreconocible para el sujeto porque se sitúa en en el exterior, como un cuerpo extraño. Se trata de otra intimidad que a pesar de parecernos ajena, nos es tan familiar por constituir el núcleo de nuestro ser. Es el interior intimo meo de San Agustín o ese odio que imputamos al otro –por su extranjeridad o diferencia-  y que sin embargo nos constituye a cada uno.

El porvenir de la intimidad va hoy a la par de las tecnologías digitales, que sostienen la ilusión de que se podría extraer la verdad del sujeto incluso aquello más opaco. La previdencia de Minority Report cada día resulta menos ficción y ya se especula con tecnologías capaces de leer nuestros pensamientos (!) o sistemas de trazabilidad que no dejarían oculto ni un segundo de nuestras vidas, como sucede con los objetos que incorporan un GPS. Tres psicoanalistas analizan en el dossier estas transformaciones.

“El yo a cielo abierto”. José R. Ubieto.

Cuerpos agitados y desatentos: ¿sujetos mudos?

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Pubicado en català en El diari de l'educació. Blog de la Fundació Jaume Bofill
http://diarieducacio.cat/blogs/bofill/2014/05/23/cossos-agitats-i-desatents-subjectes-muts/

José Ramón Ubieto. Psicólogo clínico y psicoanalista. Autor de “TDAH. Hablar con el cuerpo”. EdiUoc, 2014 .

La Fundació Valld'Hebron Institut de Recerca nos informa que, en una investigación de la que solo conocemos resultados provisionales explicados en el congreso reciente sobre el TDAH, ha detectado algún trastorno de aprendizaje o psicopatológico en más del 20% de escolares catalanes. Las cifras – añaden - son comparables a las europeas, pero aquí el 90% no está diagnosticado[1]. Esta previsto, con el apoyo de los Departamentos de Benestar social, Ensenyament i Salut, que cuando se presenten los resultados definitivos “haya un plan para ir resolviendo esa situación tan anómala de alumnos con problemas sin diagnosticar ni tratar”.
Habrá que esperar, pues, a conocer los detalles de los datos definitivos, así como la metodología utilizada y sobre todo las recomendaciones que se sugieren para abordar estas problemáticas.

¿Qué podría añadir de nuevo este estudio? Sabemos que las manifestaciones más importantes del padecimiento psíquico de los niños del S.XXI giran alrededor de la escuela y de los aprendizajes. Lo cual no tiene nada de extraño ya que la escuela es su principal foco socializador, tanto por lo que se refiere a la adquisición de conocimientos y de hábitos como a la interacción social con sus semejantes.

Buena parte de este sufrimiento está ligado a los aprendizajes y a la relación que mantienen con el saber, que no siempre es fácil y marcada por un deseo y un consentimiento a aprender. Encontramos dificultades relacionadas a la carencia de recursos personales o déficits cognitivos, dificultades vinculadas a la atención y concentración y a veces rechazo directo de los aprendizajes (absentismo).

Algunas de las dificultades en el ámbito escolar toman la forma del denominado TDAH (en los EEUU el porcentaje es similar al que ofrece este estudio: 20% de alumnos de secundaria), diagnóstico que sirve en muchos casos como cajón de sastre que incluye verdaderas dificultades de atención vinculadas a conductas hiperactivas y otras respuestas con etiología diferente.

Hoy además sabemos que ya hay una nueva etiqueta para incluir aquellos trastornos que el TDAH no incluye por no presentar los signos correspondientes de Hiperactividad. Se llama TLC: Tempo Cognitivo Lento (SluggishCognitive Tempo) y cuenta ya con más de dos millones de niños estadounidenses diagnosticados y medicados con atomoxetina y psicoestimulantes[2].

También sabemos que el empuje de algunos a la “detección” (y medicación) precoz no se detiene ante nada, ni siquiera ante las pautas clínicas más elementales en paidopsiquiatría. Prueba de ello es que más de 10.000 niños americanos (de clases desfavorecidas) menores de 3 años ya están siendo diagnosticados y medicados por presentar (?) TDAH[3].El propio Conners, profesor emérito de la Universidad de Duke y uno de los investigadores y clínicos del TDAH más reconocido mundialmente, señaló recientemente, en una entrevista para el New York Times, que el número de niños diagnosticados con TDAH se había elevado a 3,5 millones (600.000 detectados en 1990). Él mismo calificó estas cifras de "un desastre nacional de proporciones peligrosas” y añadió diversas consideraciones en su blog[4]. El trastorno es ahora, en los EEUU, el segundo diagnóstico más frecuente a largo plazo realizado en niños, muy cerca ya del asma.

Estamos de acuerdo en que los aprendizajes hoy hacen síntoma para muchos niños/as y adolescentes. Y que la lectura de ese síntoma no puede reducirse a unas estadísticas ni a la invención de nuevas etiquetas que recojan los restos de las anteriores ni tampoco al uso generalizado y al abuso de la medicación.

Por lo que se refiere a nuestro país, en el Informe del año 2010 del Comité de Derechos del Niño, organismo de  Naciones Unidas que vela por la aplicación de la Convención sobre Derechos del Niño, y en las recomendaciones dirigidas al Estado español, en el apartado de “Salud y acceso a servicios sanitarios” ya se advertía textualmente:

El Comité expresa también su preocupación por la información que indica un aumento, en un período corto, en la prescripción de psicoestimulantes a niños diagnosticados con un trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH)”

“El Comité recomienda al Estado parte que examine con detenimiento el fenómeno de la prescripción excesiva de medicamentos a los niños y adopte iniciativas para proporcionar a los niños diagnosticados con un TDAH y otros trastornos del comportamiento, así como a sus padres, madres y maestros, acceso a una amplia gama de medidas y tratamientos educativos y psicológicos[5].

Esta es, pues, la cuestión que nos importa, más allá de las discusiones nominalistas o etiológicas: ¿sabremos leer esos cuerpos agitados y/o indolentes que hablan de un malestar que interfiere en sus aprendizajes tomándolos como interlocutores? ¿O por el contrario vamos a reducirlos a cuerpos deficitarios que exigen correcciones bioquímicas o conductuales sin escuchar el sufrimiento subjetivo que implican? ¿Cómo entender las formas, particulares a cada uno, para agitarse o desatender a sus profesores? ¿No estamos –como padres, docentes o clínicos- convocados a este malestar y a su abordaje? ¿De que podemos hacernos responsables (responder de) cuando está en juego la relación de un sujeto al saber y a su cuerpo?



[2]http://www.nytimes.com/2014/04/12/health/idea-of-new-attention-disorder-spurs-research-and-debate.html?_r=0
[3]http://www.nytimes.com/2014/05/17/us/among-experts-scrutiny-of-attention-disorder-diagnoses-in-2-and-3-year-olds.html?_r=0
[5]Ver el citado Informe en el siguiente enlace: http://www.unicef.es/sites/www.unicef.es/files/Observaciones.pdf.


Violencia (s) y orgullo de casta

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La Vanguardia | Domingo, 1 de junio 2014


El psicoanalista ingles Donald Winnicott en un breve escrito de 1964 a propósito de los jóvenes pandilleros que alarmaban a la ciudadanía inglesa, concluía con estas palabras: “Hoy en día desearíamos más bien que la juventud durmiese desde los 12 hasta los 20 –parafraseando el cuento de invierno de Shakespeare-pero la juventud no dormirá. La tarea permanente de la sociedad, con respecto a los jóvenes, es sostenerlos y contenerlos, evitando a la vez la solución falsa y esa indignación moral nacida de la envidia del vigor y la frescura juveniles”

Los sucesos de Can Vies y otros muchos nos muestran que la juventud –al menos parte de ella- no duerme y provoca con su protesta más de una pesadilla. Pero ¿podría ser de otra manera en una sociedad con un 50% de paro juvenil y un futuro incierto para la próxima década? ¿Una sociedad con un 17% de familias –según datos de esta semana del INE- que viven en la pobreza, incluidas algunas con miembros que trabajan pero ni aún así llegan a fin de mes?

Qué duda cabe que las expresiones de ese malestar incluyen a veces manifestaciones de violencia injustificables que no representan al colectivo pero que enturbian su protesta. El nihilismo y la pulsión de muerte, presentes también en algunos, hacen acto de presencia y ya con una larga tradición. Resulta incomprensible por ello que los dispositivos policiales y judiciales no hayan podido separar el grano de la paja, que no sean capaces todavía –y tras muchos episodios violentos- de identificar y detener a los delincuentes infiltrados en un movimiento mayoritariamente pacífico. Las consecuencias de ello no son otras que la criminalización generalizada de la protesta y el olvido mediático de sus razones.

Se habla mucho de la violencia de los encapuchados pero muy poco de la desigualdad creciente, de la pobreza infantil y familiar, del No future de muchos de estos jóvenes estudiantes y graduados. Los contenedores quemados iluminan la pantalla mediática que vela esta otra violencia mucho más grave por las consecuencias extensas y profundas que está teniendo en toda una generación. Su fogonazo nos ciega ante una realidad que muchos prefieren no ver y así, como el ex presidente Felipe González, sentirse“orgulloso de pertenecer a esa casta" de políticos que si bien consiguieron avances también han fracasado en la transmisión de esa herencia.

Toda sociedad, decía Hanna Arendt, debe poder acoger la novedad que las nuevas generaciones traen y para ello debemos ayudarles a "hacerse un nombre", a tratar sus malestares por la creación/invención para ponerse a cierta distancia de esos pasajes al acto que hoy toman la forma de adicciones, robos o violencia urbana.

Su lenguaje no es ni será el nuestro. El suyo sólo puede ser provocativo, políticamente incorrecto -a veces incluso obsceno- porque debe marcar una separación, un límite con el mundo adulto. No es necesario que lo compartamos ni que nos entusiasme, basta con darles la oportunidad de dar forma a sus creaciones. Eso supone invertir en su futuro (formación, trabajo, vivienda) y dejarles un espacio para  convivir en paz. Ellos tendrán que trazar sus vías como lo hicieron todas las generaciones, expulsarlos es una solución falsa que nos devolverá  a la peor de las pesadillas: el odio y la rabia de una generación perdida.




El voto del miedo

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Votar es una decisión individual que sin embargo no sería analizable sin tomar en cuenta la lógica colectiva en que se apoya. Hemos visto el auge, en estas elecciones europeas, de los partidos “anti”, de aquellas formaciones que propugnan un credo basado en el odio: a los inmigrantes, a Europa, a la democracia. Han obtenido amplios apoyos en países con larga tradición democrática como Francia, Reino Unido o Dinamarca.

Ese odio, que se proyecta en el otro, es en realidad el odio de sí mismo, al que se refería Freud cuando reflexionaba, hace 100 años, sobre las consecuencias de otra crisis, que supuso la mayor confrontación bélica hasta entonces, la I Guerra Mundial. Cada uno de nosotros odia algo de sí mismo, aquello que no le hace amable para el otro, aquello que expulsa fuera y no reconoce como propio.  Su impotencia y sus dificultades para superar las crisis se las adjudica al otro como culpable quedando él exento de responder de ellas.

Esta tesis la verificamos en cada sujeto, en los asuntos de su vida cotidiana: trabajo, pareja, familia, y la misma lógica la encontramos en los asuntos colectivos. La crisis económica, la desafección política, la degradación de la convivencia o el impacto medioambiental son algunas de las dificultades que nuestras sociedades “avanzadas” tienen que resolver y para ello, previamente,  reconocer allí su responsabilidad.

Para muchos, sobre todo los más vulnerables, se impone el miedo a no saber tratar con ese odio, a que el desamparo y la pobreza se les impongan como destino frente al cual temen no poder reaccionar. Ese temor se ve alimentado por la increencia en los líderes, algunos más preocupados de su propia salvación y de sus intereses que del bien común.


Este voto del miedo no es ajeno al énfasis en las políticas de austeridad extrema que inciden en la privación de derechos y bienes (trabajo, vivienda, pensiones) a los más afectados, reforzando así su temor al desamparo  presente y futuro. La política europea ha destacado por su afán normativizante pero los ciudadanos han captado que el reverso de ese furor regulador era el abandono real y la fragilidad en que iban quedando sus vidas.  
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