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Channel: El Blog de José Ramón Ubieto
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El duelo de la juventud

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La Vanguardia. Miércoles, 11 de febrero de 2015


El psicoanalista Jacques Lacan nos recordaba que las personas nos hacemos la ilusión de tener un cuerpo y lo adoramos como si fuera la única consistencia, aquello que nos mantiene unidos a nosotros mismos y en ese sentido nos proporciona una identidad.

Es una ilusión mental porque todos sabemos que el cuerpo va por libre y que con frecuencia la buena imagen que  nos gustaría encontrar en el espejo se disuelve en malestares varios (dolores, impedimentos, enfermedades).

Cuando alguien “vive” en gran parte de esa consistencia imaginaria, cuando la mirada del otro sobre su cuerpo anima su vida, se vuelve más vulnerable a las huellas del tiempo en su cuerpo y su rostro.

Les ocurre a muchas actrices que no pueden hacer el duelo de la juventud. Una “solución” entonces es rediseñar sus formas para borrar ese declive aún a costa de desdibujar el rostro. Esa servidumbre se acepta porque la contrapartida es seguir ofreciendo a la mirada del otro y a sí misma algo consistente, una identidad sólida, sin fisuras.

Estrategias para cuidar (se)

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La Vanguardia. Viernes, 13 de febrero de 2015



Cuidar al otro es uno de los vínculos más primarios entre seres humanos. Freud ya se refiere a ello en “Psicología de las masas” cuando afirma que en la vida anímica individual, el otro aparece integrado siempre como modelo, auxiliar, adversario o como objeto. El infans es, para sus progenitores, ese objeto de cuidados, necesarios para su subsistencia pero sobre todo para devenir un sujeto capaz de desear y amar.

Ese lazo que se construye alrededor de los cuidados es intenso y no ahorra sentimientos ni emociones y por ello a veces toma formas patológicas. Una consecuencia de los cuidados, cuando estos son persistentes y con cierto grado de incondicionalidad, es el llamado burn-out (quemado). La sensación de que uno no puede más con esa tarea. Esa impotencia se acompaña de sentimientos de culpa por desfallecer pero sobre todo, y estos son más inconscientes, por renunciar al propio deseo, a aquello que a uno le apetecería y que su tarea de cuidador ha dejado de lado.

La crisis ha aumentado las demandas de cuidar y éstas recaen generalmente en las mujeres. Para muchas resulta difícil decir no a un pedido de ayuda cuando se refiere al cuidado de un ser querido (nietos, hijos o padres) porque el rechazo genera siempre el sentimiento de pérdida del amor del otro rechazado. Poder decir no, al menos de vez en cuando, es una manera de limitar ese burn-out sin por ello romper el vínculo. Acotar, en definitiva, lo incondicional, poniendo algunas condiciones (horarios, días,..).

Otra medida puede ser limitar la omnipotencia compartiendo la tarea y pidiendo a otros familiares o amigos apoyo. Reconocer los límites frente a esa tarea no nos vuelve impotentes, más bien nos procura potencia.

Finalmente, entre cuidado y cuidado hay que respirar para no ahogarse. No renunciar al deseo propio es la mejor fórmula para cuidarse y poder así apoyar al otro.


La Vanguardia. Entrevista sobre el TDAH

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La Vanguardia. Lunes, 16 de febrero de 2015.

 "No hay evidencia de que la ausencia de medicación provoque fracaso escolar", explica el psicoanalista clínico José R. Ubieto

Susana Quadrado.

TDAH. ¿A qué alude ese acrónimo? Uno, a la falta de atención. O dos, a la hiperactividad y la impulsividad. O tres, a una combinación de las anteriores. Se estima que el 6% de la población infantil padece este trastorno. El TDAH es una alteración real. Pero para algunos ámbitos del psicoanálisis es sólo una etiqueta diagnóstica sin evidencias neurobiológicas ni genéticas. El psicoanalista clínico José Ramón Ubieto aporta su interpretación y experiencia en su libro TDAH, hablar con el cuerpo (editorial UOC).

¿Qué es el TDAH?

Es el nombre prét-a-porter con el que hoy designamos el malestar en la infancia en sus diferentes formas: inquietud, problemas de conducta, dificultades de aprendizaje. En sentido más estricto se refiere a un diagnóstico psiquiátrico aplicable desde niños a adultos con síntomas de hiperactividad o falta de atención.

¿Cómo se diagnostica?

El diagnóstico debería hacerse por especialistas clínicos en un contexto de entrevistas personalizadas y con ayuda, cuando sea preciso, de otros instrumentos diagnósticos. En la práctica, profesionales del ámbito educativo o de la salud (no especialistas), e incluso los mismos padres, a veces “cuelgan” esa etiqueta para nombrar algo que los perturba y que no saben bien cómo comprender. El abordaje clínico debe priorizar la escucha de ese malestar y a partir de allí pensar las ofertas posibles: tratamiento psicológico, farmacológico, educativo.

Un niño es desatento, se muestra inquieto, rinde poco en clase. ¿Qué pueden hacer los padres?

Primero hablar con su tutor y los profesionales de la escuela para buscar juntos estrategias que mejoren ese rendimiento. Pensar también en el trabajo en casa, en cómo acompañarlo en sus deberes y en sus dificultades vitales, cómo estar al lado tomando en cuenta lo que a él le puede inquietar, que no siempre coincide con lo que nos inquieta a los padres o a los docentes. Cuando todo eso no funciona es el momento de consultar a un clínico, pero primero la educación.

¿Cómo es un niño con TDAH?

Es alguien que muestra una inquietud. Algo hace que no pare de moverse, que lo despista y le complica la existencia y el vínculo educativo. Pero al mismo tiempo, y esto ya no es tan evidente, es alguien fijado a un punto, a un cierto impasse que le hace sufrir. Fijado a algo que no ha podido resolver de su relación familiar, de su relación con los compañeros o de la relación consigo mismo. De allí la paradoja de niños incapaces de concentrarse en una tarea escolar y, sin embargo, pendientes todo el tiempo de los cambios de humor de los adultos, del tono de su voz o de un videojuego.

El psicoanálisis niega que el TDAH tenga una base genética o neurobiológica en contra de criterios científicos.

No es una afirmación del psicoanálisis, sino una constatación que la propia “Guía de práctica clínica sobre el TDAH en niños y adolescentes” del Ministerio de Sanidad. Es una evidencia que a día de hoy no hay marcadores biológicos o genéticos que permitan determinar la existencia del TDAH.

No todos los que padecen el trastorno llegan a las consultas y, al mismo tiempo, hay un hiperdiagnóstico en chicos con problemas de aprendizaje y conducta. ¿Hay mucho diagnóstico erróneo?

La citada guía del Ministerio admite también las dificultades en la detección, el proceso diagnóstico y la metodología que originan amplias variaciones (geográficas y demográficas), lo que conduce a un infradiagnóstico o un sobrediagnóstico del TDAH. Pediatras americanos admitían en un relevante reportaje publicado en The New York Times que lo diagnostican empujados por la demanda de los padres y por las abultadas ratios escolares, más que por criterios clínicos. En nuestro país empezamos a constatar este mismo efecto, lo que aumentará sin duda la prevalencia del cuadro.

¿Cuándo hay que medicar?

La medicación habitual son psicoestimulantes que funcionan como las anfetaminas. Mejoran el rendimiento a corto plazo pero también generan efectos secundarios que hay que considerar. No hay ninguna evidencia probada de que la ausencia de medicación comporte fracaso escolar.

Los detractores de los tratamientos con medicación suelen culpabilizar a los padres por buscar una “solución rápida”.

Los padres buscan explicaciones y soluciones para problemas que a veces los desbordan. Se guían por consejos de otros padres o por indicaciones profesionales buscando la mejor fórmula para sus hijos. La cuestión es que encuentren orientaciones que tomen en cuenta la subjetividad, la suya y la de sus hijos, y que no se limiten a contabilizar conductas y aplicar fórmulas universales que prometen curas imposibles.

Subjetividad. Hablar con el cuerpo. ¿A qué se refiere?

Cada niño o niña hiperactivos tiene sus propias razones para moverse o no prestar atención. Esos motivos, que él desconoce, hablan a través de su cuerpo, en esa inquietud que lo atraviesa. Son palabras apresadas que sin embargo contienen un mensaje cifrado que se dirige a los adultos cercanos (padres, profesores, clínicos). Escuchar ese malestar singular a cada uno es la tarea que nos hará comprender la función que cumple esa hiperactividad y cómo entonces tomar distancia de ese movimiento incesante.

En la actualidad se está extendiendo el diagnóstico de TDAH a los adultos, ¿qué opina?

En los adultos se trata básicamente de la desatención como síntoma principal. No deja de ser curiosa la proliferación de este diagnóstico en un mundo dominado por el zapping, los hipervínculos, los tuits de 140 caracteres y una cierta desresponsabilización sobre nuestros asuntos. Hoy cualquiera puede sentirse víctima de algo. Nombrar esa actitud como un trastorno puede aliviarnos de responder de nuestros actos. Es una falsa salida.

La Lomce hace mención expresa al TDAH pero no a los trastornos del espectro autista.

Las iniciativas legislativas siempre son el resultado de la confluencia de intereses legítimos de lobbies diversos (afectados, industria, profesionales). En este caso la compañía farmacéutica Shire (principal productor de medicamentos para el TDAH) financió el “Libro Blanco europeo sobre el TD (TDAH: Haciendo visible lo invisible)” donde se perfilan estrategias que luego son aplicadas por los gobiernos europeos. En España eso ha influido decisivamente en su inclusión en la Lomce asegurando así algunos beneficios para los diagnosticados de TDAH (descuentos en materiales, más tiempo para los exámenes). Estas medidas tienen luego sus efectos, como ya sucedió en Quebec (Canadá) donde tras un acuerdo similar el número de diagnósticos se multiplico exponencialmente. En relación al autismo sabemos que el tratamiento farmacológico ofrece pobres resultados y quizás sea un factor a considerar para entender un menor interés de algunos de estos lobbies.

Explíquenos esta frase de su libro: “Es curioso que en Estados Unidos se medique al 14% de los niños cuando el trastorno afecta sólo al 6%. Y que un alto porcentaje sean negros, chicanos o hispanos”.

Pensar el TDAH al margen de las condiciones sociales, familiares y educativas es una ingenuidad. El profesor Alan Sroufe de la Universidad de Minnesota dirigió un estudio desde 1975, en el que siguieron a 200 niños que nacieron en la pobreza y constataron cómo el ambiente del niño predice el desarrollo de problemas de TDAH. En marcado contraste, la medición de anomalías neurológicas al nacer, del C.I., y del temperamento infantil no predicen un TDAH.

Usted habla de la existencia de un “marketing de medicamentos” según el cual el TDAH no medicado implica riesgos relevantes: fracaso escolar, conflictividad social, drogodependencia.

El estudio más serio hecho hasta el momento es el Estudio de Tratamiento Multimodal de Niños con TDAH (MTA) realizado por el NIMH (National Institute of Mental Health) la agencia de investigación biomédica y del comportamiento más importante de los EE.UU.. Fue diseñado para probar si los niños diagnosticados con TDAH tienen mejores resultados cuando son tratados con medicamentos u otros abordajes. Tras el análisis inicial de 14 meses donde se comprobó la mejora con medicamentos se constató a medio y largo plazo que ya no había diferencias en el comportamiento entre niños que fueron medicados y los que no lo eran. Pero los datos sí que mostraron que los niños que tomaron los medicamentos durante 36 meses sufrieron una una pérdida de peso y un descenso del crecimiento. No hay ninguna evidencia probada de que la ausencia de medicación comporte fracaso escolar o drogodependencias. Lo que sí hay verificado es que los adolescentes que toman psicoestimulantes durante largos periodos tienden a tomar anfetaminas posteriormente ya que se trata de un mismo principio activo.

El futuro es femenino

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La Vanguardia, Tendencias, 13 de abril de 2014


En un época de incertidumbres lo único cierto son las paradojas, signo de una nueva era en la que ya no funciona únicamente la lógica que inauguro el régimen patriarcal, donde todo estaba escrito y calculado en una misma clave. “Estamos en la fase de salida de la era del padre, escribía el psicoanalista Jacques Alain Miller, y lo femenino toma la delantera a lo viril”.

El factor más decisivo es el nuevo rol de la mujer que implica nuevas maneras de hacer y sitúa lo femenino como la lógica que mejor convive con las paradojas y la incertidumbre. Si lo fálico exige la previsión contable, cierto conservadurismo y promueve vínculos jerárquicos, lo femenino se aviene mejor con la improvisación, la horizontalidad de la red y una identidad en construcción.

Basta echar un vistazo a los recientes movimientos sociales y políticos, a los fenómenos de resistencia activa en los países islámicos, a las propuestas de cambio social, donde el compartir se ofrece como alternativa al conflicto directo, para percibir que el futuro es y será femenino. El liderazgo y la presencia en ellos de muchas mujeres y hombres que coinciden en no rechazar lo femenino que los constituye, anuncia esta nueva lógica del no-todo fálico, opuesta a la idea de la norma-macho que definiría en exclusiva aquello que es normal para hombres y mujeres. Lógica femenina que se expresa bien en las prioridades, más cercanas al sufrimiento, a lo que no va, a lo que cojea en cada uno y en cada comunidad.
La paradoja, decíamos, es el rasgo propio de la hipermodernidad y por ello este cambio cohabita con el viejo paradigma patriarcal: el totalitarismo en la política y el feminicidio en el ámbito de las relaciones de pareja, son sus síntomas más claros.
"Para el hambre que dice usted estar pasando, la veo bastante gordita". Esta frase, dicha por el periodista Alfonso Rojo a la activista de la PAH Ada Colau rezuma un evidente machismo, aunque solo sea por considerar que la “normalidad” de un cuerpo de mujer debería ser la delgadez. Pero además Colau es una líder social atrevida, que no ha rehuido enfrentarse dialécticamente a hombres poderosos, hecho también poco normal. No se trata de una simple anécdota que condenar, llueve sobre mojado. Las leyes sobre el aborto y la educación, o el auge en Europa de la extrema derecha son otras formas de “normalizar” esos cuerpos femeninos agitados.

Si el régimen del “todo fálico” supone que la mujer quede reducida a su condición de objeto, en la escena sexual y en otros ámbitos de la vida, la propuesta actual redefine los roles y torna problemático el papel del hombre. Para empezar ya no puede servirse igual de la potencia que le otorgaba esa disimetría y su rol central en la provisión de bienes. Hoy ya no son los hombres los únicos, y pronto dejarán de ser los principales, sustentandores de la familia.

Algunos leen este hecho, en su clave fálica, como la consecuencia de un cambio de poder: ahora ellas quieren mandar. Eso les provoca desorientación, inhibición, sentimientos de infantilización. Para otros el sentimiento de indignación y rabia, mezclado con el afecto depresivo, alcanza formas de odio que llegan al asesinato, tal como muestra la cifra de feminicidios.

El duelo de este tiempo que se acaba, difícil para muchos y muchas, se prolongará y en él mientrastanto asistiremos a la paradoja del retorno más feroz de modos antiguos que resisten violentamente a un futuro que será femenino.


La autoestima de un conseguidor

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La Vanguardia. Política. Miércoles, 25 de febrero de 2015



La lógica de una vida no es pensable nunca si no se tiene al menos la perspectiva de tres generaciones. Abuelos, padres e hijos se enlazan así y esa clave generacional nos permite entender algunas razones y algunos actos.

El caso Pujol puso de entrada esta clave en juego al situar la herencia de Florenci Pujol y los negocios de sus nietos. En el medio estaba la duda sobre lo que el padre sabía o permitía. La comparecencia parlamentaria de Jordi Pujol Ferrusola evocó el estilo del abuelo, hombre caracterizado por su habilidad para los negocios, con otro estilo que el padre. Un conseguidor, alguien atrevido y un poco por delante de sus coetáneos.

JPF muestra sin duda un rasgo identificatorio a este abuelo, con el que tuvo una relación especial. Exhibe con una enunciación fuerte sus habilidades y sin vacilar muestra la seguridad del que está convencido de saber más que aquellos que lo interrogan. Por eso da detalles y muchos datos allá donde los otros aportan más valoraciones y juicios que pruebas.

JPF es el que tiene y sabe, el personaje “espabilado”, dinamizador que se anticipa sorprendiendo así a sus interlocutores. Donde esperan su renuncia él ofrece el cd de la charla de su ex amante con la diputada Alicia Sánchez Camacho como prueba de que domina la situación. No duda tampoco en desafiar al líder, que había declarado anteriormente no tener una relación de amistad íntima con JPF, afirmando que Mas es "muy amigo" suyo.

“Dicen, dicen, dicen….” letanía del padre que insiste en esta asimetría entre los que están convencidos de poseer la verdad y aquellos que, en su ignorancia, quedan relegados a un segundo plano. La lección sobre los coches muestra esa seguridad en su saber hacer, que se puede leer como arrogancia o socarronería pero que denota también el talante de alguien que atribuye a su talento –y evidentemente con una posición familiar privilegiada- sus capacidades como conseguidor. 

"Me gustan los coches viejos y sé comprar coches viejos", signo claro de esa autoestima elevada del que sabe que, como el abuelo en su época, va un paso por delante de los demás.

Educació TDAH amb el psicoanalista, José Ramon Ubieto Pardo, Ràdio 4

Freudiana 72

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S U M A R I O

Editorial (5) Pepa Freiría

La orientación lacaniana
El inconsciente y el cuerpo hablante (7) Jacques-Alain Miller
El psicoanálisi en el siglo XXI
La crisis post-DSM y el psicoanálisis (23) Éric Laurent
El ocaso de la psiquiatría, ¿y después? (41) Miquel Bassols
Política de Schreber (47) Antoni Vicens

El psicoanálisis frente a la reglamentación de las psicoterapias.
Ecos de la Asamblea del IX Congreso de la AMP
¿En qué punto nos encontramos? (61) Vicente Palomera
El psicoanálisis frente a la regulación de las psicoterapias (69) Montserrat Puig
Posición del psicoanálisis frente a la regulación de la psicoterapia (73) José Ramón Ubieto
Debate (77)
 
La Escuela de Lacan en el siglo XXI
Actualidad de la transferencia (85) Xavier Esqué
Del sujeto supuesto saber al parlêtre (89) Leonora Troianovski

Enseñanzas de los AE
N’être mère (95) Anna Aromí
Rouge Beso (101) Michèle Elbaz
Testimonio 1 (107) Cecilia Gasbarro
En-canto (119) Beatriz Udenio

Después del pase
¿Cuál es la apuesta de una nominación? (127) Estela Paskvan
Hacerse Uno-solo (131) Carmen Alda
¿Cuáles son las paredes del universo? (135) Susana Brignoni
Al hilo de un temblor (141) Patricia Lombardi
Un real y el espacio en el autismo (147) Iván Ruiz

Lecturas
Éric Laurent. Estamos todos locos (151) José Manuel Álvarez
Jacques-Alain Miller. El ultimísimo Lacan (155) Eduard Gadea

Lo singular de la víctima

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 http://www.pipolnews.eu/es/portfolio-item/lo-singular-de-la-victima-jose-r-ubieto/

 
Quiero tomar un punto que me parece esencial para abordar la investigación sobre el significante víctima. Se trata de lo singular de la víctima como opuesto a la universalización del concepto víctima. Esta universalización plantea una  afinidad estructural entre el yo y la vocación de víctima, que se deduce de la estructura general del desconocimiento, lo que Miller nombra como “la ley de la victimización inevitable del yo” (Donc). Se trataría pues, en nuestra clínica, de apuntar a lo singular de la víctima más que a aquello que la colectiviza y la atrinchera en la categoría social de “víctima de…”

Hay un caso especial - sujetos que han sufrido acoso escolar- que nos muestran como lo singular juega un papel fundamental tanto en la génesis de esa condición de víctima como en su posible tratamiento analítico. Estos sujetos nos enseñan que el objetivo básico del acoso no es otro que atentar contra la singularidad del sujeto víctima, golpear en sus signos “extraños” ese goce diferente que resulta intolerable por lo que supone para cada sujeto de cuestionamiento de su propia manera de hacer y de encontrar la satisfacción.

Sustraer, en definitiva, lo singular de cada ser hablante. Esta hipótesis explica dos fenómenos relevantes en el bullying: la colaboración muda de los testigos que se aseguran así no ser incluidos en el bando de las víctimas, y el hecho de que el acoso se manifiesta en conductas de humillación y aniquilación psicológica del otro, más que en agresiones graves o abusos sexuales.


En sus formas actuales aparece como respuesta al declive del padre que da paso a una lógica de red y a una victimización horizontal. A falta de la consistencia de esa referencia identificatoria surge cierto sentimiento de orfandad que haría de cualquier escolar una posible víctima del otro. Si antes era el amo-maestro el que regulaba el ejercicio de esa violencia represora (castigos, sanciones) ahora esa violencia puede estallar entre los iguales más fácilmente. El sentimiento de impunidad del acosador nace de este vacío educativo, en esta “aula desierta” de la palabra del adulto.

Víctima es hoy, sin duda, un significante amo que nombra el ser del sujeto. Su uso múltiple da cuenta de como la tentación de la inocencia, a la que se refería Bruckner, ha devenido ya una victimización generalizada. Como psicoanalistas no desconocemos el sufrimiento que implican los fenómenos de violencia pero nuestra orientación hacia lo real implica pensar al ser hablante como responsable –el que puede responder de sus hechos y dichos- más que como sujeto pasivo.

Al igual que ocurre con muchas categorías diagnósticas, el ser hablante queda mudo, sepultado tras esa “nominación para”. Una víctima es alguien de quien se habla, en nombre de la cual se realizan actos políticos, educativos o terapéuticos, pero su inclusión en la clase “víctima” la excluye del acceso a la palabra y en ese sentido la des-responsabiliza. Lo singular de la víctima se opone a la universalización del concepto víctima y no es ajeno a ello el uso off label que muchos sujetos hacen de ese significante para desmarcarse de esa nominación.

Sabemos que las víctimas no constituyen, como tales una categoría psicopatológica. El único rasgo en común parece ser la contingencia de algún dato que les hace aparecer, ante el grupo, como raros: demasiado inhibidos a veces, en otros descarados o simplemente poco marcados por los logos compartidos (sujetos sin marca). Sus rasgos “extraños” y singulares los diferencian del conjunto y los hace vulnerables y presa del acosador. En ese sentido nadie ésta excluido, a priori, de su condición posible de acosador y/o víctima.

Lo que a veces sorprende es su silencio –a veces muy “ruidoso” (suicidio, encierro en casa) por los síntomas que produce- cuyas causas van de las razones de “fuerza mayor” (temor de ser represaliado) hasta la puesta en juego del real que para cada uno toma formas diferentes en el fantasma que lo vela (Matet) sean intensos sentimientos de culpa, vergüenza por la humillación recibida.

José R. Ubieto. ELP

TDAH. Cuerpos agitados y desatentos: ¿sujetos mudos?

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TDAH – Corps agités et inattentifs : sujets muets ? Lacan Quotidien n° 48710 mars 2015

 http://www.lacanquotidien.fr/blog/2015/03/lacan-quotidien-n-487-tdhas-par-d-roy-tdah-par-j-r-ubieto-des-subjectivites-contemporaines-du-pere-en-majeste-au-pere-pluralise-par-c-lacaze-paule-les-ban-lieux-par-c-sire/


El Dr. Conners, psicólogo y profesor emérito de la Universidad de Duke y uno de los investigadores y clí­nicos del TDAH más reconocido mundialmente, señaló recientemente, en una entrevista para el New York Times, que el número de niños diagnosticados con TDAH se ha­bía elevado a 3,5 millones (600.000 detectados en 1990)[1]. Él mismo calificó estas cifras de “un desastre nacional de proporciones peligrosas”, y añadió diversas consideracio­nes en su blog[2]. El trastorno es ahora, en Estados Unidos, el segundo diagnóstico más frecuente a largo plazo reali­zado en niños, muy cerca ya del asma.

En Europa, España es el país donde más aumentan los diagnósticos de TDAH y la prescripción de psicoestimulantes. Todo ello contrastaba con las bajas cifras en algún otro país como Francia. El informe de la Haute Autorité de Santé (HAS)  hecho público el pasado 13 de febrero, en el que anima a los médicos a detectar y diagnosticar el TDAH, ha supuesto un cambio en el status quo. Ya no hay más la excepción francesa.

Claro que a lo mejor llega algo tarde puesto que hoy sabemos que ya hay una nueva etiqueta para incluir aquellos trastornos que el TDAH no incluye por no presentar los signos correspondientes de Hiperactividad. Se llama TLC: Tempo Cognitivo Lento (Sluggish Cognitive Tempo) y cuenta ya con más de dos millones de niños estadounidenses diagnosticados y medicados con atomoxetina y psicoestimulantes[3]. Todo ello sin olvidar las cifras en aumento del otro gran cuadro psicopatológico infantil: el Trastorno Bipolar Infantil (TBI) que ha hecho el camino inverso del TDAH. Ha pasado del adulto (Trastorno Bipolar) al niño.

Todo síntoma tiene su envoltorio formal ligado a las condiciones discursivas e históricas en las que toma cuer­po. La categoría TDAH se configura así como una “clase” capaz de “fabricar mundos” en el sentido que da a este térmi­no el filósofo y lógico Nelson Goodman. Para él una clase, definida a partir de los miembros que incluye y de sus rasgos comunes, tiene la capacidad de reconfigurar nuestro pasado, definir el presente y anticipar el futuro. En ese sentido crea un nuevo mundo a partir de la clase misma. Es por eso por lo que el TDAH tiene hoy, más allá de su uso clasificatorio en psicopatología, el poder de nombrar el malestar en la infancia y la adolescencia, y aho­ra también en los adultos.

Estamos de acuerdo en que los aprendizajes hoy hacen síntoma para muchos niños/as y adolescentes. Y que la lectura de ese síntoma no puede reducirse a unas estadísticas ni a la invención de nuevas etiquetas que recojan los restos de las anteriores ni tampoco al uso generalizado y al abuso de la medicación.
Por lo que se refiere a nuestro país, en el Informe del año 2010 del Comité de Derechos del Niño, organismo de  Naciones Unidas que vela por la aplicación de la Convención sobre Derechos del Niño, y en las recomendaciones dirigidas al Estado español, en el apartado de “Salud y acceso a servicios sanitarios” ya se advertía textualmente:

El Comité expresa también su preocupación por la información que indica un aumento, en un período corto, en la prescripción de psicoestimulantes a niños diagnosticados con un trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH). El Comité recomienda al Estado parte que examine con detenimiento el fenómeno de la prescripción excesiva de medicamentos a los niños y adopte iniciativas para proporcionar a los niños diagnosticados con un TDAH y otros trastornos del comportamiento, así como a sus padres, madres y maestros, acceso a una amplia gama de medidas y tratamientos educativos y psicológicos[4].

Jacques Lacan nos recordaba que “Yo hablo con mi cuerpo, y eso sin saberlo. Digo pues siempre más de lo que sé” y Jacques Alain  Miller, a propósito de ese cuerpo hablante señalaba: “Ese cuerpo no habla sino que goza en silencio, ese silencio que Freud atribuía a las pulsiones; pero sin embargo es con ese cuerpo con el que se habla, a partir de ese goce fijado de una vez por todas.”

Esta es, pues, la cuestión que nos importa, más allá de las discusiones nominalistas o etiológicas: ¿sabremos leer esos cuerpos agitados y/o indolentes que hablan de un malestar que interfiere en sus aprendizajes tomándolos como interlocutores? ¿O por el contrario vamos a reducirlos a cuerpos deficitarios que exigen correcciones bioquímicas o conductuales sin escuchar el sufrimiento subjetivo que implican? ¿Cómo entender las formas, particulares a cada uno, para agitarse o desatender a sus profesores? ¿No estamos –como padres, docentes o clínicos- convocados a este malestar y a su abordaje? ¿De que podemos hacernos responsables (responder de) cuando está en juego la relación de un sujeto al saber y a su cuerpo?




[1]http://www.nytimes.com/2013/04/01/health/more-diagnoses-of-hyperactivity-causing-concern.html?_r=1&.
[2] ADHD World: http://adhd-world.blogspot.com.es
[3]http://www.nytimes.com/2014/04/12/health/idea-of-new-attention-disorder-spurs-research-and-debate.html?_r=0

El trauma de lo imprevisto

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La Vanguardia. Internacional. Miércoles, 25 de març de 2015



La muerte de un ser querido implica siempre una pérdida dolorosa y requiere de un duelo posterior. Cuando esa pérdida es anunciada por signos previos de enfermedad o envejecimiento, ese duelo se realiza con antelación y eso permite a cada uno hacerse poco a poco a esa ausencia. Lo cotidiano incluye ya ese vacío y muchas actividades se realizan sin esa persona, enferma o incapacitada.

Lo verdaderamente traumático es cuando surge el acontecimiento imprevisto y la pérdida se produce bruscamente como es el caso de la catástrofe aérea. Aquí además se trata de una filial de una de las aerolíneas de mayor prestigio. Nadie espera que eso ocurra y por tanto el sentimiento de alerta, que podría estar activado en otras circunstancias, aquí no nos previene de lo imprevisto.

Cada familia, cada persona vinculada a alguna de las víctimas del accidente, tendrá que enfrentar el sinsentido más brutal de este suceso. Lo traumático, decía Lacan, es esa ausencia de sentido, es lo real cuando se presenta bruscamente y en su estado puro: sin palabras que expliquen lo que no tiene sentido.

La perplejidad es la primera reacción subjetiva ante la irrupción de un acontecimiento traumático, sea un accidente, una catástrofe o una pérdida brusca (muerte, ruptura). A partir de allí el sujeto inventa significaciones para tratar de explicarse lo sucedido y recuperar su locus control: se buscan culpables, antecedentes, teorías que justifiquen lo sucedido y nos proporcionen alguna orientación para seguir viviendo.

Hoy, en la sociedad del riesgo, lo traumático adquiere nuevas formas y empieza a ser también aquello que emerge fuera de la programación, de manera imprevista, aquello con lo que no contábamos. Y no lo hacíamos porque en nuestra sociedad, organizada a partir del dominio de la ciencia y las nuevas tecnologías, todo parece previsible y calculable.

Colectivamente, y particularmente, buscaremos en los próximos días explicaciones para ese vacío de sentido. Explicaciones técnicas, meteorológicas, de posibles fallos humanos o atentados terroristas. Para las familias explicaciones sobre las razones concretas de ese viaje, sobre las alternativas posibles que no se dieron, tratando de volver al momento antes del accidente. En cualquier caso ninguna de ellas logrará taponar el enorme agujero que se ha producido en la vida de muchas personas.

Hará falta un tiempo para hacerse a esa ausencia, un tiempo para que cada uno reconozca en sí lo que ha perdido, aquello que ya nunca más será para ese ser querido y aquello que esa persona le aportaba y que muchas veces sólo la pérdida real permite reconocer. No será un tiempo corto y sin angustia.  Dependerá también mucho de los duelos aplazados que cada uno tenga. En la vida a veces no registramos, afectivamente, las pérdidas. Evitamos el duelo y lo reemplazamos por sustitutos: otros embarazos cuando se pierde un hijo, nuevas parejas tras una ruptura, hiperactividad profesional tras un fracaso laboral. Esos duelos no realizados se reactivan cuando surge una nueva pérdida y es entonces, a posteriori, cuando el dolor silenciado toma cuerpo de diferentes maneras.

Tras una tragedia como la de los Alpes, cada uno de los afectados habrá aprendido, de la manera más radical, que lo imprevisto forma parte de la vida y que la fragilidad del ser humano es que en un instante puede perder aquello que más quiere, que en la vida no existe la garantía ni el riesgo cero.

La trama de un acto

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La Vanguardia. Miércoles 22 de abril de 2015


El fenómeno del School Killer es típicamente norteamericano.Dos ingredientes se conjugan allí para favorecer estos hechos. Por una parte la existencia, en los protagonistas, de algún sufrimiento mental, muchas veces no diagnosticado previamente, que eclosiona en la adolescencia bajo la forma de un brote psicótico con pasaje al acto, primero homicida y, a veces, después suicida.

El otro ingrediente es el acceso fácil a la tenencia de armas por parte de la población civil, hecho que está en la raíz misma de la creación y sostenimiento de esa sociedad.

No es el caso europeo ni español y eso explica algunas especificidades como el tipo de armas utilizado. Lo que no parece diferenciarse mucho son los motivos particulares, generalmente asociados a la existencia de un trastorno delirante. Adolescentes que dicen oír voces que les impulsan al pasaje al acto homicida. Si bien podemos encontrar previamente algunos signos que cobran valor a posteriori (amenazas, actos bizarros), el acto como tal es imprevisible.

No es una acción impulsiva, reactiva a una provocación, sino una trama mental que va tomando cuerpo y obedece a una lógica que el propio adolescente desconoce y se le impone como una misión. Esa trama puede llevar un tiempo elaborándose hasta que algo desencadena el acto.

El trabajo a hacer con los alumnos y familiares debe ir en el sentido de poner palabras al sinsentido de esa violencia, sin olvidar a éste muchacho, causante de la tragedia. Para él, y para sus padres, se abre también un tiempo para comprender algo de ese acto que lo ha desbordado psíquicamente y cuyas consecuencias lo marcarán de manera decisiva.

Para la comunidad educativa y la sociedad se trata de no caer en la tentación del pánico y negar ese carácter impredecible del sujeto humano. Eso nos llevaría a una búsqueda delirante del riesgo cero, a medidas de control inútiles y perjudiciales para los propios niños y adolescentes. Como el carné de comportamiento del entonces (2005) ministro del interior francés Sarkozy, o a un aumento de la ya creciente medicalización de la infancia.


La mejor prevención es encontrar las fórmulas para conversar con los adolescentes, hacernos sus interlocutores y darles también un testimonio de nuestro propio recorrido vital. No dejarlos solos frente a sus inquietudes.

José R. Ubieto. Co-autor de “Violencia en las escuelas”

¿Nuevos modelos de masculinidad y feminidad?

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Jornadas “Familias del Siglo XXI. Transformarseomorir#”
CIIMU. Abril’2015

La mesa que iniciamos la planteamos como una pregunta a explorar para la que no tenemos una respuesta concluyente. No sabemos bien si hay novedades en esta cuestión y si las hubiera ¿cuales?

Parece claro que pensar en las formas que toman hoy la masculinidad y la feminidad implica leer la época o lo que es lo mismo buscar una interpretación del impacto de la crisis en la que vivimos.

Crisis más profunda que la económica y que alcanza también lo laboral, lo social, lo familiar y las relaciones sexuales por supuesto.

Lacan en su escrito de 1962 sobre la sexualidad femenina decía que “las imágenes y símbolos en la mujer no podrían aislarse de las imágenes y de los símbolos de la mujer”. Sería extraño pues pensar en los semblantes sexuales al margen del discurso de época.

Por eso nos conviene tener una lectura de esta crisis de época útil para interpretarla. La novedad que aporta esta crisis es pensarla como una consecuencia de un proceso de des-regulación iniciado en los años 70 y que ahora muestra la vertiente más entrópica.

Hoy constatamos como los mecanismos de regulación tradicionales que constituían el soporte, la matriz de la construcción identitaria, ya no se ajustan a las normas tradicionales, modelos bien analizados por Freud en su teoría edípica y encarnados en las formas clásicas de la familia conyugal. Hoy hay algo que se sale del frame, del marco tradicional. Lo simbólico ya no es lo que era.

Por otra parte, las novedades que nos ha traído la hipermodernidad, con su apología del individualismo, del yo y del cuerpo emocionado y autogestionado, no parece ofrecer un marco simbólico sólido para las nuevas identidades.

Las marcas en el cuerpo, la corporización actual, no dan para diferenciar y sostener los cuerpos y las identidades sexuales. Son marcas unisex. Tampoco los “usos” del cuerpo vinculados al ejercicio físico, la cirugía estética, los consumos o las prácticas sexuales.

En todos ellos resalta el imperativo de obtener la máxima satisfacción en nuestra vida cotidiana con cualquier cosa que hagamos. Goce que aun siendo diverso en sus formas resulta homogéneo en su empuje: lo fálico –como lógica del tener objetos, contables y calculables, programables, seguros y fáciles- parece imponerse para ellos y ellas. Toda la erótica digital parece funcionar en ese paradigma.

Apps como Tinder, webs como Adoptauntio y otras muchas proponen una relación entre los sexos y una identidad masculina/femenina basada en la contabilidad, la seguridad y la accesibilidad. No parece, sin embargo, que el sexo easy garantice la armonía sexual y evite las quejas de unos y otras.

Como nuestro tiempo es el de las paradojas, al tiempo que se impone este funcionamiento, se renuevan también modelos fundamentalistas y parecen surgir otros más inspirados en cierta feminización del mundo donde prima  más el reconocimiento de la falta, la sorpresa y una lógica menos calculada y calculable. Un funcionamiento que parecería propicia más el encuentro con la alteridad que implica siempre el otro sexo, abierto al otro.

El fragmento de película que hemos visto, Una pistola en cada mano, de Cesc Gay (2012) nos muestra algo de esos dos funcionamientos diferenciados y algunos movimientos sociales recientes también parecen incluir algo de esa nueva manera de hacer.

Esta pregunta por cómo incluir lo femenino entendido como lo altero vale para hombres y mujeres. También las mujeres deben hacer con esa extrañeza si no quieren reducirse a una lógica fálica, como podría ocurrir con el aumento reciente de las maternidades como sustitutos, para algunas mujeres, de la pareja. La maternidad, cuando se vive como posesión del hijo, puede ser una manera de velar la condición femenina.

¿No estaremos pues asistiendo a una crisis de lo Mismo? ¿a  una crisis de este funcionamiento fálico homogeneizante que produce abulia, aburrimiento, depresión y de allí la compulsión (consumo de porno)?

¿Cómo responden a esto ellos y ellas? ¿Replican viejos modelos clonando formulas o hay novedades reales? ¿en qué sentido serían nuevas? ¿hoy escuchamos nuevos relatos sobre la pasión amorosa?

El odio de sí mismo: factor de la política

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Desde hace unos meses asistimos a un baile de sondeos y encuestas pre-electorales que desconciertan por sus variaciones. Cuando parecía que un partido emergente, con promesas de cambio, estaba a punto de tomar el poder, cede el relevo a otro, que también promete transformaciones. Lo mismo parece ocurrir con las reivindicaciones soberanistas cuyo respaldo popular sube y baja según los meses y las consultas. Y, por supuesto, nadie descarta que los resultados finales dejen bien parados, o al menos les preserven un lugar, a los partidos tradicionales.

¿Cómo interpretar estos cambios bruscos en las preferencias populares (manifestadas en sondeos de opinión )? ¿ Quizás tienen que ver con la mezcla de desafección popular hacia los políticos, la crisis profunda de confianza y las incertidumbres sobre nuestro futuro? No es fácil tener hoy una prospectiva certera sobre el impacto diferido de esta crisis.

Es por ello que los mensajes más líquidos, aquellos que parecen servir para todo y para nada, promesas de cambio, vagas por la ausencia de esa clarividencia futura, o aquellos que prometen lo que no han hecho hasta ahora, están sujetos a la variabilidad constante. La obediencia y lealtad a un partido o a un líder depende siempre de la creencia en él y hoy esa creencia cotiza cara.


Por eso algunos han optado, y otros parecen seguir los pasos a medida que se acaba la campaña, por radicalizar el mensaje, solidificar las metáforas en juego. Ya no se trata de vaguedades que fluyen sino de dardos directos al hueso de la res política y de la affecto societatis. La limpieza que prometen algunos funciona bien como “metáfora light del fascismo posmoderno” en expresión del psicoanalista Enric Berenguer (http://enricberenguer.blogspot.com.es/).

 

Freud se refería al odio de sí mismo como el resorte futuro del racismo y la xenofobia. Cada uno de nosotros tiene una parte de sí que no le gusta y rechaza situándola fuera, en el exterior. Es por ello que los niños aprenden antes el no que el sí, que no dudan en culpar al semejante de su propio acto. Los adolescentes saben bien también cuando acusar a los padres de su propia inhibición o cobardía ante la vida y por supuesto los adultos somos maestros en practicar la teoría neurótica de la culpa (siempre es del otro).

 


Cuando esa realidad psíquica, “baja pasión” presente en cada ser hablante, se instrumentaliza políticamente produce los monstruos colectivos que hemos conocido ampliamente en el siglo XX y en lo que llevamos del XXI. El odio de sí mismo no se cura solo, alimenta el miedo que nutre las políticas segregativas, dibujando ese paisaje idílico de armonía e higiene social. El odio de sí mismo requiere un trabajo de cada uno para subjetivarlo y darle otro destino menos destructivo, más sublimatorio. Colectivamente ese odio, fundamento de muchos lazos sociales, necesita de un tratamiento efectivo del real en juego: la pobreza, el desamparo y la precariedad de tantas vidas en crisis.

Nuevo postgrado: ‘Actuación Clínica en Psicoanálisis y Psicopatología’

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Inicio:  próximo mes de octubre en la Universidad de Barcelona.

El periodo de preinscripción se abre del 15 de junio al 30 de septiembre de 2015. La matrícula se podrá realizar del 1 al 30 de octubre de 2015.

En una época marcada por la crisis de y por los manuales diagnósticos como el DSM, protocolos, evaluaciones, y una deriva cientificista – y poco científica – que hace perder a la psiquiatría tanto la lógica deductiva como la disciplina de la observación del fenómeno que constituyó su nervio: ¿Qué orientación en la clínica? El psicoanálisis siempre tuvo con la psiquiatría una relación de subversión.

Relación en todo caso fructífera, ya que es en el mismo debate donde mejor se pone de relieve el real que orientó a Jacques Lacan desde el principio y que tiene en la experiencia de la psicosis su piedra de toque. Llevamos ahora este debate mismo a la universidad. Se trata de formar a nuevas generaciones en esa experiencia y en la de la clínica en general, a partir de la cual el psicoanálisis encontró siempre su especificidad, en cada época, en condiciones distintas.

Entre la necesidad clasificatoria de la psiquiatría y la promoción de la singularidad del síntoma de cada sujeto se produce una tensión que a todos enseña. Con estas premisas, proponemos este programa como una brújula con la que licenciados en distintas disciplinas en el ámbito de la salud mental puedan orientarse en la variada y confusa cartografía de la clínica contemporánea.

Este postgrado propone una formación en un grupo reducido (menos de 15 inscritos), y pondrá el acento en prácticas en dispositivos e instituciones de salud mental. El programa docente se orienta en tres ejes temáticos:
I) Psicopatología aplicada II) Clínica Psicoanalítica y III) Genealogía de la enfermedad mental.

Ofrece tutorías personalizadas, además del acceso a realizar prácticas en reconocidas instituciones de salud mental en Barcelona y alrededores. En la página web del postgrado podréis conocer todos los detalles. www.actuacionclinicaub.com.

Más información: info@actuacionclinicaub.com

Dirección: Josep Batista Trobalón (decano de la facultad de psicología de la Universidad de Barcelona), Héctor García. Equipo docente: Adolfo Jarne (UB y COPC), Guillem Homet, José Ramón Ubieto, Enric Berenguer, Claudia González, Oriol Alonso Cano e Iván Sánchez-Moreno. Docentes invitados (se irán ampliando a medida que avance el curso): Miquel Bassols, Francesc Vilà.

ENTREVISTA A JOSÉ RAMÓN UBIETO. Revista de AHIGE, “Hombres igualitarios”, nº 82.

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MAYO 31, 2015
“Los hombres sienten angustia ante la incertidumbre del encuentro con el otro (o la otra) y reaccionan muchas veces de forma agresiva o autodestructiva”.
ENTREVISTA A JOSÉ RAMÓN UBIETO (1)
Escrito por Juanjo Compairé.

– Vamos a comentar algo del contenido de la entrada de su artículo “Psicoanálisis de la crisis”.(2)
– Bueno, el declive de masculinidad va muy parejo a lo que sería también el declive de lo que Lacan llamaba la imagen social del padre. Porque el declive de la función paterna con el declive de la masculinidad son parejos. Y se trata de un declive que en realidad es un asunto que viene de lejos. Ahora se nos hace quizás más evidente porqué hay más signos. Pero en realidad estos procesos, los procesos siempre de transformación social son procesos lentos y largos. No es de un momento para otro, no es el efecto de una crisis momentánea. De hecho, hay un momento que Lacan señala y después otros autores de psicoanálisis como Jacques Alain Miller también, han escrito sobre esos temas.

El declive de la función paterna con el declive de la masculinidad son parejos y el proceso viene de lejos.

Más o menos alrededor de los años 50 o 60 aparece en Francia una escritora, Françoise Sagan, que tuvo un gran éxito. Publicó un par de libros muy interesantes: Bonjour, Tristesse. “Buenos días tristeza” (3), se tradujo. Y después, “Una cierta sonrisa” , el segundo libro (4). Bueno, estos libros fueron novelas que tuvieron éxito en la época y que explicaban un poco, ponían en cuestión una cierta figura de lo que sería el macho tradicional, para decirlo así. La masculinidad tradicional que estaba muy ligada a la condición de padre, a la condición del proveedor y sustentador, el paterfamilias. 
Luego, un poquito más tarde, unos años más tarde, hubo también otra creación artística que tuvo también su revuelo y su eco, que fue “Ciao Maschio” , una película de Marco Ferreri, “Adiós al macho” (5). Una película protagonizada por Gérard Depardieu. Una película en la que el protagonista encarna ese personaje, ese macho alfa, para decirlo así, que va viendo, a lo largo de la película cómo se va descomponiendo, se va deconstruyendo esa figura tan sólida que corresponde. Es decir que en todo ese proceso podemos decir que ya, después de la Segunda Guerra Mundial se van viendo signos en que esa masculinidad va perdiendo las aristas más claramente ligadas a lo viril y sobre todo ligadas a una función muy encarnada por el padre.
Después vamos a ir viendo cómo se produce la transformación familiar, cómo la familia va contrayéndose, van apareciendo otras formas familiares que no estaban tan presentes, como las familias reconstituidas, las familias monoparentales. En la actualidad otras formas como “Living a part together” (6)
Es decir, que hay que pensar que el declive de lo masculino y el declive de la paternidad van juntos y que son el resultado de un proceso que podemos ir rastreando en la Historia.
– Usted habla de diversos síntomas de este declive. Hay una lista bastante larga: desde la depresión hasta los sentimientos de cólera, de rabia, de impotencia… No cita, pero creo que se puede relacionar la epidemia de disfunción eréctil ¿Podríamos hacer un repaso de todos estos síntomas?
– Bueno, cada uno, cada persona, a lo largo de su vida, tiene que encontrar su manera de ser un ser sexual. Es decir, su manera de hacerse una representación y colocarse digamos, en un tipo sexual. Ese tipo sexual, por supuesto que puede variar. Es decir que uno puede identificarse en una posición heterosexual durante una época de su vida y después puede tener una identidad homosexual. Es decir, todo eso no es estático, va variando. Pero cada uno tenemos que ir haciendo ese esfuerzo de ir construyendo una identidad sexual. Cuando hay discursos sociales muy sólidos, muy compactos, donde todo eso está bien establecido (se sabe que es un hombre, se sabe que es una mujer; en las sociedades tradicionales todo eso está pautado y hay una serie de ritos, insignias, emblemas, etcétera), cuando todo eso es así, uno tiene menos dificultades para decirlo así, para identificarse a ese tipo sexual. Cuando todo eso aparece como desconstruido, cuando todo eso aparece mucho más abierto, cuando no se puede definir exactamente qué es ser un hombre o que es ser una mujer, cada uno tiene que ser más práctico. Cada uno tiene que inventar en ese vacío de referencias o en esa cierta orfandad respecto los más tradicionales, uno tiene que inventar. Tiene ese proceso de invención y de construirse, digamos, una vida ejemplar, pero ya no una vida ejemplar del otro sino una vida ejemplar para cada uno.

La identidad sexual no es estática, pero todos tenemos que ir construyéndola.

Evidentemente entonces se producen o registramos muchos más situaciones de impass. Y esa situación de impass, de dificultad, se pueden traducir de muchas maneras. Se pueden traducir como inhibiciones. Por ejemplo, la disfunción eréctil de la que Vd hablaba. Es decir, el sujeto se inhibe frente al otro sexo, porque no encuentra cuál es la fórmula adecuada para eso y entonces prefiere -como sucede ahora, por ejemplo- que aumentan las disfunciones eréctiles pero aumenta el ciberporno. Es decir que, para muchos hombres no hay satisfacción o es más difícil la satisfacción con las mujeres pero en cambio es más fácil la satisfacción a través del contacto del porno. Sea el porno clásico o sea el ciberporno que es una modalidad que ha ido en aumento porque, además, es un negocio muy importante.

Las situaciones de impass, de dificultad, cada vez más abundantes, se pueden traducir en inhibiciones como la disfunción eréctil o el autoerotismo.

– Eso significa una sexualidad no compartida, quiero decir, una sexualidad un poco onanística. ¿No?
– Sí, como sucede en la pel·lícula “Her” (7) , que es una película, digamos, muy ilustrativa de cómo podemos sustituir el encuentro con el otro por la relación con un objeto. En este caso es el objeto voz. Supuestamente la voz de Scarlett Johansson que se presenta al protagonista de la película como una manera de mantener la relación sexual. Lacan decía que la relación sexual no existe. Es una tesis, por otro lado, que de otra manera se ha dicho siempre. La media naranja no deja de ser un poco una ilusión. “La relación sexual no existe” quiere decir que no está preestablecida la armonía sexual. O, sea, no se sabe cuál sería la armonía sexual, cuál sería la relación exacta, la proporción exacta, para un hombre, que es lo que le convendría a un hombre o que le convendría a una mujer, sino que eso está abierto. Y en esa abertura que hay, en esa falta de pauta, podríamos decir que no hay el libro blanco de la relación sexual, eso está por escribirse, cada uno lo escribe. Bueno, en esa falta cada uno busca sus fórmulas. Y una de las fórmulas que observamos ahora -facilitada sobretodo también por la tecnología- es que, para el autoerotismo al que se refería Freud, es decir, esa tendencia del sujeto a hacérselo solo, es decir, a no compartir, a tener más bien una práctica autoerótica hoy es muy facilitado por todas estas tecnologías, claro.
– ¿Y esa otra derivación (que aparece también en otros artículos suyos) hacia las adicciones, hacia el consumo de sustancias? Parece que son más prevalentes sobre todo las estimulantes entre los hombres y las hipnóticas entre las mujeres. Pero hablamos de los hombres. Esta tendencia que creo que siempre existió de los hombres hacia las adicciones ¿Esto se está viendo estimulado por esta dificultad de encontrar su lugar en el mundo, nuestro lugar en el mundo?
– Bueno, las respuestas frente a una situación de impass siempre son diversas. Para muchos hombres, por ejemplo, una respuesta que observamos es una respuesta de tipo reactivo y en términos de agresividad y a veces de violencia grave.

Otras veces, a las situaciones de impass muchos hombres reaccionan de forma reactiva, en términos de agresividad y a veces de violencia grave, contra las mujeres y contra ellos mismos.

Cuando se sienten, de alguna manera, que no tienen el lugar que le corresponde, que ellos creen que le corresponde, interpretan o leen el protagonismo de la mujer en términos de: “ahora son ellas las que mandan”. Es decir, reproducen el esquema clásico machista de la relación de poder. Ellos se sienten evidentemente inferiores, porque, claro, sienten que han sido destronados y frente a eso pueden tener una reacción violenta que puede ir desde el maltrato psicológico hasta formas extremas de violencia física. Eso lo vemos. No es lo más habitual, evidentemente, pero sí que vemos que hay situaciones de violencia que las podemos considerar con ese registro. Esa es una forma.
Pero también hay formas que no implican la violencia directa hacia el otro, pero implican la violencia hacia si mismo. Son hombres que frente a estas situaciones encuentran una especie de consuelo, entre comillas, a veces, muy autodestructivo en el consumo de tóxicos. Personas que recurren a “quitapenas”: al clásico, como puede ser alcohol, hasta otras sustancias incluso también a veces a consumos de medicamentos, abuso de medicamentos, etcétera. Serían formas de esquivar ese encuentro con el otro sexo, que siempre es un encuentro difícil porque no está pautado, porque siempre es un encuentro en el cuál, hay que estar continuamente negociando, hablando, cuestionando, resituándose. Si además, hay no sólo la cuestión de pareja sino que además también están los hijos, todo eso evidentemente hace más complejo la posición del hombre en estos momentos. Bueno, pues, o el recurso a la violencia o el recurso a la inhibición bajo las formas depresivas, ansiosas o el recurso a los tóxicos sean maneras posibles de tratar eso, la angustia que genera todo eso.

Ante la angustia que provoca el encuentro con el otro sexo, que es un encuentro no pautado, recurren a la violencia o a la inhibición bajo las formas depresivas, ansiosas o el recurso a los tóxicos.  

– Y el cuerpo, el cuerpo del hombre ¿por qué ha sido como olvidado? Había una frase, de un compañero nuestro italiano, que decía: “una relación sexual heterosexual es el encuentro de un deseo sin cuerpo con un cuerpo sin deseo”. Es decir, se negaba el deseo femenino y por otro lado, también se negaba el cuerpo masculino, como si no existiera. Los hombres no se miraban a si mismos en el espejo, se miraban poco, se cuidaban poco. Ahora quizás está cambiando un poco por el hecho de que hay una cierta cosmética masculina y hay una cierta consideración del cuerpo del hombre cómo algo deseable. Pero todavía se mantiene un poco esto de que los hombres nos cuidamos poco, miramos poco nuestro cuerpo, que realmente somos nosotros, claro. No somos otra cosa que cuerpo.
– Eso es verdad pero también como usted señala es una tendencia que vemos que se está modificando, en el sentido de que el hombre cada vez más se preocupa también de su cuerpo. Podríamos decir que en psicoanálisis clásico, la explicación que podemos dar a esa diferencia es que, mientras para la mujer, el cuerpo, en su globalidad, aparece como algo a valorar, algo valioso, algo que toma, digamos, la forma de un objeto que causa deseo para su pareja. Digamos que, para el hombre, ese objeto causa de deseo está mucho más focalizado. No se refiere al cuerpo entero sino que se refiere a una parte del cuerpo que es el órgano sexual y la significación que se le da.
Dicho eso, lo que vemos es que en un mundo en el cual se opera una transformación en el que el peso de los ideales, el peso de las insignias, el peso de los valores -si queremos decirlo así- ha ido cada vez perdiendo fuerza y en su lugar ha ido tomando más fuerza los objetos, los objetos de consumo. Es decir, si antes la gente se encontraba en la calle y se presentaba diciendo “yo soy comunista”, “yo soy católico”, a partir de un ideal colectivo, ahora la gente nos presentamos en la calle con un móvil en la mano, explicando algo que tiene que ver con nuestra satisfacción: si tomamos este medicamento o compramos esto. Cuando este efecto se ha producido, que es el paso de los ideales a los objetos, los objetos han tomado ese lugar de mando, entonces vemos que el cuerpo emerge cada vez con más fuerza. El cuerpo hoy tiene un papel prioritario para todo el mundo. Para los hombres y para las mujeres. Vivimos en una idolatría del cuerpo. Lacan decía que nosotros adoramos el cuerpo porque en realidad es nuestro principal activo. Y adorar el cuerpo quiere decir cultivarlo en todos los sentidos: disciplinas corporales. De ahí toda la importancia que tiene la gimnasia, el fitness, la cirugía plástica, las marcas corporales, tatuaje, piercing y, por supuesto, la ropa. Es decir, que esa pasión por el cuerpo hoy es ya universal y alcanza a hombres y a mujeres. Evidentemente en las mujeres tiene más importancia por esto que señalaba antes de que el cuerpo es, para decirlo en términos analíticos, lo fálico es el cuerpo en su conjunto, mientras que para el hombre lo fálico puede reducirse a una parte del cuerpo. De ahí que no tengan la misma dedicación al cuidado del cuerpo. Pero, en cualquier caso, hoy vemos que ya ese interés por el cuerpo es generalizado. Los hombres practican fitness, los hombres también además se hacen cirugía plástica, se colocan piercings, se hacen tatuajes… En fin, que eso ya es para todos.

En las mujeres lo fálico es el cuerpo en su conjunto, mientras que para el hombre lo fálico puede reducirse a una parte del cuerpo.

– El cuerpo, de todas maneras, como objeto de consumo más como en lugar de placer o como en lugar de sensación o de sentimientos.
– Bueno, objeto de consumo y satisfacción no son separados. Es decir, los cuerpos, el cuerpo se satisface siempre. El cuerpo es algo que nunca puede dejar de parar, siempre está en satisfacción. Entendiendo por satisfacción no exactamente placer, porque a veces el cuerpo se satisface en el malestar. Es decir, tenemos dolores. El cuerpo es algo vivo, algo en permanente movimiento, en permanente tensión. Por tanto, el cuerpo es siempre, está ligado siempre a la satisfacción. A veces, la satisfacción puede ser de carácter sexual, relacionada sea con el autoerotismo o con otro cuerpo, pero en cualquier caso el cuerpo es una sustancia gozante. Es algo que está en permanente vida. El cuerpo y el deseo no son asuntos diferentes.
– ¿Y las diversas formas de violencia? Estamos en un mundo muy violento en donde la mayor parte de la violencia está protagonizada por hombres que mandan, que disparan que matan, que hacen violencia sexual, de violencia armada. ¿Qué tiene que ver eso con nuestro psiquismo? Antes ha salido algo, usted ha citado algo sobre esa inseguridad, esa incertidumbre en la que vivimos. Pero, de hecho, ahí hay una tradición cultural en la que los hombres han sido protagonistas de los actos violentos a lo largo de la historia. Y ahora ¿qué es lo que está pasando?
– Bueno, la violencia entendida como una manera -vamos a decirlo así- de enfrentar conflictos entre colectivos, entre comunidades, entre países, desde luego que eso es muy antiguo. Ha estado presente en la Historia de la humanidad siempre. Ahora hay una diferencia en el sentido en que las armas, las tecnologías ofrecen muchas más posibilidades de las que podían ofrecer antes. Y no sólo eso. Sino que además, el conocimiento que hoy tenemos de los conflictos es un conocimiento mucho más amplio, más directo, más inmediato de lo que se podía tener antes. Yo no tengo, no soy experto y no lo puedo valorar si hay más o menos conflictos que antes. Lo que es seguro es que lo sabemos más. Y que además, la capacidad de destrucción que tenemos ahora es muy superior a la que se podía tener antes donde un conflicto podía durar años y años en el asedio de una ciudad. Ahora una ciudad se puede destruir en una noche, en un bombardeo.
¿Qué lugar tienen los hombres en esas operaciones? Bueno, siempre ha habido esta división del trabajo en la cual, el hombre era el que tenía que salir a cazar, tenía esas funciones de defensa. Por un lado, relacionado también con aspectos más del cuerpo, de la resistencia, de la fortaleza. Es decir, aspectos más del tipo físico. Y, por otro, también, por aspectos que tienen que ver con cuestiones psíquicas. Con la diferencia entre lo masculino entendido como lo viril, que se presta más al conflicto y al enfrentamiento directo diferente de una posición femenina en la cual hay otras formas de abordar un conflicto. Formas que pueden incluir otros sistemas como la mediación, la negociación, en la empatización con el otro.
Es decir, hay aspectos psíquicos que diferencian, no tanto hombres y mujeres, sino lo masculino y lo femenino que creo que no han de coincidir. El hombre y lo masculino no es lo mismo. Una cosa es la anatomía que nos hace hombres y mujeres y otra cosa es la posición que luego tomamos.

Hay aspectos psíquicos que diferencian, no tanto hombres y mujeres, sino lo masculino y lo femenino que creo que no han de coincidir. El hombre y lo masculino no es lo mismo. Una cosa es la anatomía que nos hace hombres y mujeres y otra cosa es la posición que luego tomamos.

– Pero estamos en un momento, usted ha citado la crisis de la figura paterna, esta falta de referentes incluso a nivel mundial, social. El hecho de que no haya unas normas impuestas por alguien que esté por encima y que su autoridad sea indiscutida ¿no ha provocado una violencia de otro tipo, fratricida, una lucha entre hermanos, podríamos decir?
– Sí, sí, esa es una consecuencia. Como decíamos antes, cuando las referencias clásicas, que están fundadas en la autoridad vinculada al padre. Cuando eso entra en crisis, entonces una sociedad tiene que buscar fórmulas alternativas a esa. Entonces, en esa búsqueda, en ese proceso de búsqueda de fórmulas alternativas, se producen momentos de transición en el cual vemos cómo florecen formaciones reactivas. Es decir, posiciones que reaccionan frente a ese declive tratando de fortalecerlo. Es un retorno al fundamentalismo.
Cuando una sociedad entra en crisis con el modelo tradicional, vemos que hay personas que quieren volver a ese modelo incluso volver al punto 0 de ese modelo. Entonces vemos como el fundamentalismo es una respuesta contemporánea. No es una respuesta antigua. No, no, es una respuesta contemporánea. Es una exhaberación de algo que ya no tiene su peso. Y eso políticamente lo vemos en sociedades fundamentalistas y familiarmente lo vemos en posiciones fundamentalistas. Es decir, padres, hombres que, frente a esa situación de crisis, pretenden recuperar posiciones y recuperar fórmulas que ya están obsoletas. Y también a veces la vemos por ejemplo, con menos fuerza en el mundo de la educación. Y digo con menos fuerza porque es muy difícil que hoy alguien quiera recuperar esa imagen o ese esquema del maestro todopoderoso antiguo porque ya los alumnos no se lo van a permitir, sería una ilusión pretender que alguien lo recuperase. Pero es verdad que en esos momentos se producen los fenómenos por ejemplo, del ascenso de un político de extrema derecha, que sería un ejemplo de ese retorno al fundamentalismo. El fundamentalismo no es sólo el Islam. El fundamentalismo lo vemos en los neocon norteamericanos, lo vemos en la extrema derecha europea y lo vemos en algunas sociedades fundamentalistas ligadas al Islam. Es decir, que eso es algo que ocurre en todo el planeta y que es una reacción.

El retorno a los fundamentalismos y, en el otro extremo, la ilusión de la horizontalidad extrema, son algunas de las consecuencias de la crisis de las referencias clásicas, que están fundadas en la autoridad vinculada al padre.

Después, hay otras reacciones. Afortunadamente no sólo esa. Hay otras y seguramente esa no es la mayoritaria. Las relaciones que tenemos en el otro extremo, podríamos ver ciertas reacciones de dejar hacer, reacciones de una horizontalidad extrema. Esta ilusión de que la red, el modelo de la red, el modelo del compartir todo, el modelo de la horizontalidad, el modelo de la ausencia de líderes, sería como la respuesta idónea cuando sabemos que eso es también otra ilusión porque eso no funciona así. Siempre. “Google” e Internet en general no es un modelo de horizontalidad democrática. Sabemos que en el subterráneo hay unos sistemas poderosos de control que nos hacen la ilusión de que nosotros decidimos y compartimos cosas cuando en realidad es mucho más complejo eso.
– Hablamos de la salud, en un sentido amplio de la palabra: Salud corporal, la salud mental, la salud social ¿Cuáles serían las prioridades de acción en este momento? Usted trabaja, en este campo ¿Qué podemos hacer? Especialmente dirigido hacia los hombres ¿Basta con la medicación, es insuficiente? ¿Se trataría de hacer grupos de terapia, grupos de autoconciencia? ¿Qué es lo que habría que hacer?
– Bueno yo creo que hay dos ejes a tomar. Por un lado, creo que cada uno debemos hacer un esfuerzo por responsabilizarnos de nuestras vidas. Parece una tontería, porque en términos de salud eso debería de ser obvio. Pero yo he visto pacientes mayores, de 40-45 años que se han presentado con una etiqueta diagnostica, por ejemplo, con TDAH (8) , diciendo que ellos son hiperactivos adultos y que todo lo que les pasa en su vida (las rupturas, las dificultades en el trabajo, la relación con los hijos…) todo eso, es un problema exclusivamente de un neurotransmisor. Es decir, de un disfuncionamiento de su cerebro que hace que ellos sean hiperactivos y que hace que no puedan hacerse cargo de su vida, de su pareja, de sus hijos, de su trabajo. Creo que tenemos todos que hacer un esfuerzo por responsabilizarnos de nuestros actos. Y eso quiere decir que cada uno tiene que hacer un trabajo personal y que lo puede hacer de muchas maneras. Lo puede hacer a través de una ayuda profesional, lo puede hacer a través de un trabajo más personal, de relación con sus amigos, con su entorno, con su pareja. Pero en cualquier caso, todos debemos conocernos un poco más a nosotros mismos y hacer un esfuerzo por hacernos responsables. Esto es lo que es una persona adulta: alguien que se hace responsable. A diferencia de un niño, que siempre coloca las responsabilidades en otro.


Todos tenemos que hacer un esfuerzo por responsabilizarnos de nuestros actos. Hacer un trabajo personal, conocernos un poco más a nosotros mismos.

Pero junto a este eje que sería un trabajo más individual, más personal creo que tenemos también que ser conscientes de que todo este proceso exige compartir con el otro bajo formas también muy diversas. Puede ser bajo una asociación, que trabaja y promueve diferentes valores u objetivos. Puede ser a través de investigaciones profesionales, conjuntas. Cualquier lazo colectivo en el que nosotros huyamos un poco del individualismo, que es lo que la sociedad actualmente nos propone. Romper esa inercia, compartir con el otro, es una forma excelente que tenemos para ir construyendo juntos representaciones nuevas sobre la masculinidad, sobre la feminidad, sobre la paternidad. Porque, como decía antes, todo eso, lo escrito, nos sirve pero sólo parcialmente. Tenemos que reescribir muchas de estas cosas. Y si no lo hacemos juntos, no lo podemos hacer. O, sea que esa es una buena indicación de saber, que es: compartir con el otro, buscar lazos, huir de la soledad y el aislamiento para tratar de, entre todos, de buscar alguna forma.

Compartir con el otro, buscar lazos, huir del individualismo para ir construyendo juntos representaciones nuevas sobre la masculinidad, sobre la feminidad, sobre la paternidad.

– Ayer vi la entrevista al Doctor Tizón (9) y hablaba precisamente de esto. De cómo había cambiado el ambiente en un barrio como la Mina (10) , que era un barrio degradado. Él observó, el observaba cómo actuaba la gente, que era una gente muy vital y salían con la bata de boatiné y ponían la silla en la puerta de casa, y dijo, “esto hay que promoverlo”. Y creó unos grupos entre mujeres, luego de hombres que hablaban de problemas del barrio. Y, poco a poco, sin necesidad de medicación ni otros tipos de tratamiento más sofisticado fue cambiando la actividad social del barrio tan degradado. O sea, que es lo que usted estaba comentando hace un momento. Cómo los lazos sociales realmente son lo que cura.

– Claro, porque, si no, nos quedamos con el objeto a solas, que es un poco la propuesta contemporánea: “Tú tienes tu objeto, tu internet, tu app en tu móvil, tu gadget y quédate sólo, goza con él, pero no te encuentres con el otro”. Es un evitamiento del encuentro presencial con el otro. Te puedes encontrar en las redes sociales. Y todo eso tiene su virtud, pero nunca podrá sustituir el encuentro presencial. El cara a cara es algo completamente distinto del encuentro de la conversación online. Entonces no hay que sustituir una por el otro. En todo caso, hay que complementarlas y usarlas.
– Sí, sí, sí. Hacía una broma del congreso de móviles de Barcelona. Decía: “Sí, sí, mucha conexión y tal, pero están reunidos cien mil personas en Barcelona para verse las caras e intercambiarse”
– Eso espero que no se sustituya nunca.

(1) José Ramón Ubieto: Psicoanalista, Psicólogo Clínico. Miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis. Profesor de la UOC (Universitat Oberta de Catalunya). Colaborador del diario “La Vanguardia”. Autor de ‘La construcción del caso en el trabajo en red: teoría y práctica’ (EdiUoc, 2012) y ‘TDAH. Hablar con el cuerpo (EdiUoc, 2014).
(2) Se trata de un largo artículo publicado en el suplemento «Cultura(s)» de «La Vanguardia».
(3) SAGAN, Françoise (1954), Bonjour, tristesse, Paris: Juliard [–(1996), Madrid: Cátedra] Fue adaptada al cine por Otto Preminger con el mismo título en 1958.
(4) SAGAN, Françoise (1956), Un certain sourire, París: Julliard [–- (1959) Una cierta sonrisa,  Buenos Aires: Ediciones Sudamericanas]
(5) Marco FERRERI (1978), Ciao Maschio, con Gérard Depardieu y Marcello Mastroianni.
(6)  Literalmente «viviendo aparte juntos». Se refiere a los que están juntos sin convivir habitualmente..
(7) «Her» (2013), de Spike Jonze, con Joaquin Phoenix y Scarlett Johansson, entre otros.
(8) TDAH: Trastorno de Déficit de atención por Hiperactividad.
(9) Entrevista al Dr Tizón en el programa del canal 33 de TV3, «Retrats»
(10) Barrio de La Mina, un barrio de Sant Adrià del Besòs.


El deseo no es la potencia

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La Vanguardia. Tendencias, sábado 6 de junio de 2015


En la sociedad del rendimiento todo el mundo debe optimizar su cuenta de resultados. En el deporte, donde el 80% de los casos de doping en el fútbol americano es por consumo de anfetaminas, o en el mundo de los negocios donde la moda, entre los jóvenes brokers de Wall Street es la ingesta de psicoestimulantes para ser más productivos. En los dos casos se trata de medicamentos previstos inicialmente para el TDAH.

¿Por qué el sexo iba a ser diferente? Ya hace veinte años que el viagra funciona para los hombres y no sólo para maduros necesitados, también para jóvenes que no quieren “fallar”. Ahora es la hora de las chicas. Fin de la discriminación, ¿quién estaría en contra?

El pero es otro y empieza por el malentendido del nombre “viagra femenino”, demasiado simétrico al de los chicos. El viagra asegura la erección y con ella la potencia pero el deseo no es la potencia. El deseo es otra cosa más compleja y difícilmente reducible a un equilibrio de los neurotransmisores como pretende la fliblanserina.

La dificultad en conseguir la aprobación de la FDA americana y demostrar que sus efectos superan al placebo no es ajena a esta complejidad. El DSH (deseo sexual hipoactivo), otra etiqueta que señala la ausencia de deseo por parte de algunas mujeres, la mayoría con pareja estable, va camino de convertirse en un nuevo pretexto para mayor beneficio de algunos laboratorios.

Freud señaló la impotencia, la frigidez, la anorgasmia y otras inhibiciones como episodios normales en la vida sexual de todo sujeto. Nadie funciona a pleno rendimiento todo el tiempo y con todo el mundo. Él mismo indicó el resorte del deseo femenino: la fantasía sexual. Las escenas imaginarias que cada mujer recrea son el verdadero estimulante de su deseo y goce sexual.

Son escenas variadas y no siempre políticamente correctas. A veces se trata de fantasías de abuso, violación o castigo. Algunas imaginan ser otra mujer en el acto o se ausentan de él imaginariamente. Activar esas fantasías, recrearlas, es un ejercicio en el que la pareja también puede colaborar con sus palabras retroalimentando así el deseo.



Inauguració exposició Fotografica i estreno del Documental: “El barrio es mio”

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Grup bunkers peq
Dimarts 16 de Juny, 19h
Sala d’Exposicions Boca Nord

Per el joves del Projecte AdoJo


Grup informal peq

EL BARRIO MIO
Aquesta exposició mostra la feina de 15 adolescents durant els 8 mesos de rodatge del documental “El Barrio Mío”, en el que fan una mirada introspectiva i intimista del barri que els ha vist créixer i acull les seves trobades amb amics i família.
Les fotografies són un filtre a través del qual es pot veure com aquests joves entenen i veuen els carrers del Districte; ells destaquen aspectes en els que qualsevol altre no repararia. És per això que aquesta feina és tan especial; durant la durada del projecte s’han familiaritzat amb la càmera, s’han fet un. A través de l’objectiu i tot disparant, han projectat la seva opinió del barri. Però no només això; les instantànies també permeten saber molt dels seus autors, les seves virtuts, inseguretats i dubtes.
Aquesta sèrie de fotografies forma un tot amb el documental, ambdós compresos dins el projecte AdoJo, han servit per a que els joves es trobin a sí mateixos i la manera com es volen relacionar amb l’entorn que els envolta. I tot això, ho han aprés a expressar amb imatges.

Institut Municipal de Serveis Socials. Districte Horta-Guinardó

TODOS SOMOS TDAH

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La medicalización en la infancia


El tiempo hiperactivo es el tiempo de la sociedad del rendimiento donde todo el mundo obedece al imperativo de optimizar su cuenta de resultados. Para ello el cuerpo, como principal activo, debe funcionar a pleno rendimiento. Recientemente supimos que el  80% de los casos de doping en el fútbol americano (NFL) es por consumo de ADDERALL, anfetamina de moda y que ya su nombre indica su amplio éxito: ADD for ALL: todos hiperactivos.

Pero no sólo en el deporte se busca la excelencia, también en el mundo de los negocios donde la moda, entre los jóvenes brookers de Wall Street es la ingesta de psicoestimulantes para ser más productivos: metilfenidato o las anfetaminas. En los dos casos se trata de medicamentos prescritos inicialmente para el TDAH.

El periodista del New York Times Alan Schwarz [1]nos dice que en las entrevistas que mantuvo para la realización de su reportaje decenas de personas, de un amplio espectro de profesiones, dijeron que ellos y sus compañeros de trabajo abusaban de estimulantes como Adderall, Vyvanse y Concerta para mejorar el rendimiento de trabajo. La mayoría hablaba con la condición de guardar el anonimato por temor a perder sus puestos de trabajo o el acceso a la medicación.

Jóvenes profesionales, entre 25-45 años los toman para no perder comba en su rendimiento. Como declara una de las entrevistadas, Elisabeth: “no tomar Adderall, mientras que los competidores lo hacen sería como jugar al tenis con una raqueta de madera”. Es el mismo argumento que utilizan muchos padres para exigir que sus hijos sean diagnosticados de TDAH y medicados con psicoestimulantes para no verse perjudicados en el rendimiento académico frente a otros alumnos que los consumen.

La mayoría de los entrevistados dijeron haber recibido las píldoras, fingiendo síntomas de TDAH, de médicos que los prescriben alegremente. Un informe de 2013 de la FDA encontró que las visitas a urgencias relacionadas con el uso no médico de los estimulantes entre los adultos (18 a 34 años) se triplicó desde 2005 hasta 2011 llegando a casi 23.000 casos y los ingresos en centros de rehabilitación por abuso de sustancias estimulantes aumentaron un 15 por ciento respecto al período anterior de tres años.

Un dentista de Pennsylvania no duda en prescribirse a sí misma Adderall y otros estimulantes durante años porque así “puedo ver 15 pacientes al día en lugar de 12”. O Lisa de Indiana, madre y ama de casa de tres hijos, que abusó de Adderall para cumplir mejor sus obligaciones maternales y domésticas.


El Dr. Anjan K. Chatterjee, jefe de servicio de neurología en el Hospital de Pensilvania admite que incluso sin datos concluyentes, el mal uso de los psicoestimulantes va en aumento: "Los niños que los han estado utilizando en la escuela secundaria y la universidad, lo consideran ya como algo normal para ellos, y luego no resulta ningún problema cuando empiezan a trabajar."
En la actualidad, la medicación se considera como la modalidad de tratamiento predominante, a pesar de que las guías NICE recomiendan en primera opción la implementación de intervenciones psicológicas. Estas son las conclusiones del estudio “Medicalización de la infancia en el campo del TDAH” (Medicalization of Childhood - ADHD strand), llevado a cabo de forma conjunta por el Instituto de Educación de la University College London (Reino Unido) y la División de Psicología Educativa e Infantil (Division of Educational and Child Psychology-DECP) de la Sociedad Británica de Psicología (BPS-British Psychological Society)[2].

Según la directora del estudio, Vivian Hill: "Es muy alarmante descubrir que los niños terriblemente jóvenes que a menudo no han tenido acceso a los tratamientos alternativos se están poniendo bajo medicación. Trabajar con un niño o un joven y sus familias durante un periodo de tiempo puede resultar  mucho más costoso, pero es mucho más seguro y probable que se obtengan resultados mejores. El impacto de la medicación es a corto plazo. Esto no va a marcar la diferencia a largo plazo".

Estos abusos no son ajenos al paradigma de la cronicidad que parece imponerse en el tratamiento del malestar en la infancia, cada vez más precozmente medicalizada como recogen estos datos recientes tanto en Europa como en EEUU y también en nuestro país.

Psicoanálisis de la crisis

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La Vanguardia. 28 de Enero de 2015.
Dossier Cultura(s)




José Ramón Ubieto. Psicoanalista

La crisis no ha generado patologías psíquicas nuevas pero ha exacerbado algunos síntomas que marcaban ya el momento de cambio en el que vivimos. La era del individualismo es nuestra época, donde las viejas identificaciones sólidas han entrado en crisis (“no nos representan”) y otras afirman su pétrea firmeza vinculadas a creencias religiosas fundamentalistas.
Junto a ellas la crisis propone otras identidades más inestables, algunas en construcción y otras vinculadas a la satisfacción que nos produce el consumo de innumerables objetos a los que nos aferramos hasta convertirlos en nuestra adicción particular: compras, comida, drogas, sexo, gadgets.
La crisis confronta a cada uno con la angustia de la incertidumbre y con las pérdidas reales: casa, trabajo, rol familiar. Su brutalidad – velada por los eufemismos del nuevo lenguaje- deja a muchos a la intemperie, con sus vidas en crisis. En este dossier analizamos algunas de estas incidencias subjetivas: el desamparo del desahucio, el declive de la masculinidad, la soledad femenina.

Sujetos desahuciados
Una de las primeras consecuencias de la crisis fue el aumento espectacular de ejecuciones hipotecarias sumado a los desahucios por impagos de alquileres. Hoy disponemos ya de numerosos testimonios de personas afectadas. Calibrar que supone para cada uno, desde el punto de vista psíquico, la pérdida de su casa exige saber primero qué valor le da, siempre particular y que va mucho más allá de un bien material.
La primera función de la casa, en términos de realidad psíquica, es la de protección personal, elemento de subsistencia ante las amenazas externas en todas las civilizaciones. Frente al desamparo de los primeros humanos, las cuevas habitadas cumplían con esa función de refugio y hoy lo hacen las actuales urbanizaciones, algunas dotadas con sofisticados sistemas de seguridad. El hogar protege al hombre del exterior, percibido como hostil.
A estas razones objetivas obvias, ligadas a la supervivencia, podemos añadir también las vivencias subjetivas, el cómo cada uno percibe ese refugio. Freud hablaba del desamparo (hilflosigkeit)como afecto primario del lactante, quien al nacer prematuro requiere sí o sí de la intervención del otro que lo acoge y protege. Esa capacidad de contención primaria confiere un valor muy significativo a la familia que sigue siendo el último refugio y más en un momento de crisis de las instituciones básicas como el actual. “Hogar, dulce hogar” es una manera coloquial de referirse a esa función de protección y perderla es quedar desamparado, a cielo abierto, sentirse como sujetos a la intemperie.
Domingo, padre de 40 años emigrado hace 12, reagrupó a su familia en 2008 urgido por las condiciones de extrema vulnerabilidad en la que vivían en su país (precariedad económica, maltratos intrafamiliares). Ahora se ha visto obligado a entregar su casa por no poder hacer frente a la hipoteca. Su preocupación la expresa con una pregunta que se formula a sí mismo y que contiene una denuncia y al tiempo un autoreproche: ¿cómo voy yo a protegerles ahora si ni siquiera tenemos un techo?
Él experimenta una sensación mixta de rabia e impotencia por esa imposibilidad. En el relato de su biografía personal hay momentos difíciles en los que se vio obligado a errar de un lugar a otro, sin poder asentarse y corriendo riesgos para su propia vida. Cuando llegó a España se hizo la promesa de conseguir una casa y para ello trabajó a destajo. Su mayor orgullo, cuando recibió a la familia y la llevó del aeropuerto a la casa, fue mostrarles ese piso que él mismo calificaba como “mi lugar seguro”.
Una segunda significación de la pérdida viene dada por el hecho de que la casa proporciona un sentimiento de identidad y de pertenencia social. La casa es el domus del clan, la referencia simbólica de las generaciones y del linaje. Todavía es común en medios rurales identificar a alguien por su casa de pertenencia, más allá de su nombre o apellidos. La pregunta: “¿de qué casa eres?” es una pregunta sobre los orígenes del sujeto. Esta casa, cuando es el espacio físico compartido por diversas generaciones (abuelos, padres, hijos,..), es historia compartida, reflejada en multitud de objetos, recuerdos o documentos.
Juan, de 65 años, explica a punto de llorar que ha perdido su casa por avalar a sus hijos y lamenta que “tras 45 años trabajando no haya podido ni mantener lo que mi padre me dejó, la casa familiar”. Para Juan, criado en una familia tradicional donde las generaciones se transmitían unas a otras un pequeño negocio, perder su domicilio y su tienda implica que la deuda simbólica que tiene, con sus padres en este caso, queda sin saldar al no poder transmitirla a los hijos. Esa ruptura en la cadena generacional tiene su incidencia personal en forma de cuadro depresivo importante que cursa con insomnio, inapetencia, sentimiento de culpa y anhedonia.
Finalmente la casa es una proyección del cuerpo y de lo íntimo, aspecto más moderno y menos presente en la antigüedad  donde la intimidad no era un valor puesto que el “yo” no existía como tal. Cuando la casa se convirtió en un espacio privado fue adquiriendo una significación muy ligada a la singularidad.
Manuela, de 66 años, explica muy apenada que lo que más le duele de dejar su casa –ahora que la echan- es la vista que tenía desde el comedor. Veía el colegio donde habían ido sus hijos, y ahora su nieta. Pero más allá de esa vista, esa ventana era un marco desde el que Manuela “construyó” a lo largo de mucho tiempo su realidad y refleja todos los recuerdos y vivencias acumulados. Como ella misma dice “allí se quedará enterrada una parte de mí misma”.
El impacto psicológico de la pérdida de la casa comporta un sentimiento de desamparo, de indefensión y una angustia por el futuro que a veces puede provocar actos extremos como el suicidio o cuadros psicopatológicos graves. Un desahucio despierta además en el sujeto un afecto de rabia y un sentimiento de injusticia que nos confronta con el ejercicio de una violencia, legal pero inhumana.
Miguel, transportista en paro desde el inicio de la crisis, separado y con un hijo de 15 años a cargo, lo expresa de manera clara cuando, tras una tentativa de suicidio, nos cuenta su sensación de parecer un inútil, alguien que no ha hecho nada bien, incapaz de encontrar trabajo y dar un buen ejemplo a su hijo. La pérdida inminente de la casa ha reavivado para él otras pérdidas anteriores, algunas escasamente elaboradas como fue la muerte de su padre hace unos años, coincidiendo además con su proceso de separación. “En ese momento me olvide de todo, empecé a trabajar como un loco, aceptaba todos los encargos y durante los años del ladrillo sólo pensaba en hacer, hacer y hacer”. Compró una vivienda nueva y desde hace un año tiene consigo a su hijo, adolescente desorientado y enfadado con todos –incluido él mismo-  que ya no puede vivir con la madre y su nueva pareja. Miguel lleva 5 años sin trabajo, tuvo que malvender el camión y ahora perderá la casa por no poder hacer frente a la hipoteca  “¿Cómo le meto yo la bronca al chaval cuando se rebota y no quiere ir al instituto si yo mismo he ‘suspendido’ la asignatura más importante de mi vida? Tengo miedo que más que una ayuda sea una carga para él porque ¿Quién quiere contratar a un hombre de 48 años? Por eso a veces pienso que lo mejor es que me quite de en medio”.
Cada caso, en su diferencia, nos indica cómo el sentimiento de culpa, asociado al fracaso de una expectativa, desencadena la idea recurrente del fantasma de inutilidad, de pérdida de la confianza en sí mismo, autoreproches acerca de su valía. La pérdida de control sobre la propia vida, no saber qué pasará en un término corto y cómo resolver ese imprevisto está muy presente, así como las ideaciones de padecer enfermedades mortales e incluso ideas autolíticas. La angustia no es sino la manifestación de la pérdida del mapa subjetivo, de las coordenadas que definen nuestro lazo al otro, lo que creemos ser para el partenaire, los amigos, la familia.
No se trata de establecer una relación automática entre el desahucio y suicidio, ya que una decisión extrema como quitarse la vida es algo que siempre obedece a causas diversas y no siempre comprensibles, ni para el propio sujeto ni para su entorno. Pero es evidente que la exposición a situaciones de desamparo es un factor de alto riesgo, como lo prueba el hecho de que en muchos sujetos la perdida de la casa suele ser uno de los primeros pasos de un proceso de desinserción social, con pérdida de vínculos laborales, familiares y sociales que pueden provocar un estado de indigencia y aislamiento social. Esta vulnerabilidad se hace hoy muy presente también en niños y adolescentes.
Cada nuevo episodio de desahucio nos recuerda que quebrar los mecanismos de solidaridad colectiva, los pilares del estado del bienestar (salud, educación, vivienda y trabajo digno) no es sin un precio alto. Saltar al vacío empieza a ser la única salida para muchos sujetos que sienten que han sido dejados caer por aquellos que deberían protegerles. Sujetos que se sienten ellos mismos desahuciados.

Hombres sin atributos
Para muchos varones la crisis actual ha supuesto la pérdida de su rol de sustentadores principales de la familia y los ha confrontado a diversos interrogantes sobre su condición de homo faber, que ha dejado de controlar su entorno al verse privado de su capital principal. Datos recientes confirman el aumento de cuadros depresivos, ansiedad y consumo de alcohol en hombres de mediana edad, carentes de la salud que Freud atribuía a la “capacidad de amar y trabajar”.
En sus testimonios se hacen presentes los sentimientos de soledad, de impotencia y frustración (“todo aquello que hemos hecho no ha servido de nada”), problemas de salud asociados, crisis en las relaciones de pareja y el sentimiento de sentirse desautorizados como padres a causa de su improductividad.
“En la sociedad de consumidores nadie puede convertirse en sujeto sin antes convertirse en producto, y nadie puede preservar su carácter de sujeto si no se ocupa de resucitar, revivir y realimentar a perpetuidad en sí mismo cualidades y habilidades que se exigen a todo producto de consumo”. Esta afirmación del sociólogo Z. Bauman explica muy bien esta nueva violencia a la que se ve sometido el cuerpo y el sujeto, que exige convertirse en un producto.
Este sentimiento de inutilidad, que vemos en muchos de estos hombres, nos confirma que hoy la obsolencia programada no afecta sólo a los objetos, también a las personas que son evacuadas como desperdicios, resto que queda afuera del sistema productivo.
En el régimen patriarcal era la mujer la que quedaba más objetalizada, en la escena sexual y en otros ámbitos de la vida. Ahora la crisis acelera la inversión de roles y torna problemático el papel del hombre. Para algunos esto tiene una lectura en clave de poder: “ellas quieren mandar”.
Este declive de la masculinidad corre paralelo al declive de la imagen social y tradicional del padre lo que obliga a revisitar ambas. Si el “seguro fálico” pasaba por su aportación económica, ahora emergen las dificultades en la convivencia de pareja puesto que sienten que no tienen “nada que ofrecer”. Surge entonces un sentimiento de infantilización: “nos tratan como niños y supervisan todo lo que hacemos mal en casa y con los hijos”. La regresión que este desplazamiento comporta, en ocasiones puede ser un factor de reacción agresiva, como reverso de la impotencia y la desorientación.
No es extraño, por tanto, que la mezcla de indignación, rabia y afecto depresivo tenga consecuencias tanto en los conflictos de pareja, llegando en algunos casos extremos al asesinato, como en la convivencia social donde las propuestas xenófobas ganan terreno. La vulnerabilidad de amplios sectores de la población deviene así el resorte más eficaz del poder político que hace del miedo colectivo un factor clave.

Mujeres y madres: solas y ocupadas
Para las mujeres la crisis tiene una doble vertiente: por un lado, han ganado protagonismo en los asuntos familiares (sustentadoras principales), por otro  eso ha supuesto una mayor presión y una mayor responsabilidad, sobre todo cuando se acompaña de la soledad en sus vidas y en el cuidado de los hijos.
La fase de salida de la era del padre hace que lo femenino tome la delantera a lo viril (Miller). Es una lógica imparable que ya leemos en innumerables signos políticos, sociales y relacionales. Ese estilo que no oculta la falta ni vela de igual manera los vacíos llenándolos de objetos y bienes, parece avenirse mejor a los nuevos tiempos. Esta lógica de lo femenino, más próxima, se las arregla mejor con las paradojas e incertidumbres de nuestra época.

Ese futuro femenino -ya presente- tiene un precio: la soledad de muchas mujeres (familias monomarentales) y el aumento de la angustia que comporta a veces. Las dificultades con la pareja son también efecto de este reajuste al igual que el temor a no dar la talla en la crianza de los hijos cuando los apoyos son escasos. El descenso de la tasa de fecundidad femenina, desde la crisis, tampoco es ajeno a estos factores.
Sus cuerpos hablan de maneras diversas, desde las activistas del Femen que lo muestran para reivindicar sus derechos, hasta las mujeres aquejadas de fibromialgia o fatiga crónica que inscriben de esta manera en el cuerpo la angustia por la incertidumbre y la culpa por tomar ese protagonismo. El aumento de las crisis de ansiedad habla también del peso en el cuerpo de ese nuevo rol que las confronta a sus parejas, a sus padres y a sus hijos.

Los nuevos lenguajes de la crisis
Lo Real, decía Lacan, es aquello que está fuera del sentido, pero que al mismo tiempo ejerce como causa de nuestros actos. La pobreza, la violencia, los suicidios, son manifestaciones reales de las vidas en crisis. Es por ello que estamos conminados a inventar ficciones que les otorguen algún tipo de significación. Un suicidio, p.e., es un acto que no se presenta de entrada como comprensible aunque enseguida busquemos la carta del suicida o una explicación, en clave psicológica o  sociológica.
Nombrar todo eso que nos inquieta exige encontrar la buena manera de hacerlo, el bien decir que, sin agotar la explicación, nos oriente en la comprensión y en el abordaje de esas cuestiones. La manera de hablar de ese real no es baladí porque sabemos del poder de la palabra, nuestro pensamiento y nuestra acción se verán condicionados por esa nominación.
El término mismo de “nueva pobreza” responde al paradigma 2.0 que no hace sino enmascarar, bajo la idealización de lo nuevo, lo que se repite. Parece referirse al hecho de que amplios sectores sociales, que hasta ahora disponían de recursos de subsistencia y de un bienestar material por encima del umbral de la pobreza, ahora han cruzado esa frontera y son calificados como pobres.  En cierto modo es así pero lo erróneo sería pensar que esto es una novedad, efecto de la crisis financiera y económica que se inició en el 2008. Si tomamos la pobreza no como un estado sino como un proceso, comprenderemos que lo que está pasando ahora es más profundo y estructural que el efecto de una crisis cíclica.
No vincularla a las derivas del capitalismo especulativo (Piketty) tiene el riesgo de considerarla como una calamidad o una enfermedad, algo inevitable y connotado muy negativamente. Este discurso de la pobreza como una disfunción social que habría que corregir con medidas asistenciales la caracteriza como un estado individual, definido por una carencia material y en cierto modo natural en algunos sectores considerados marginales y desvalorizados en cuanto a sus posibilidades de mejora. Es una tesis clásica del neoliberalismo que piensa a las personas como causa sui, agentes exclusivos de su propio destino. Lo vimos en la crisis del Ébola, donde una mala gestión político-institucional se “resuelve” identificando una culpable como causante de su propia desgracia.
La lista de eufemismos con que hoy se nombra ese real es larga: “sujetos con dinámica de recuperación de alimentos” o “con dinámica de recuperación de materiales desechables” para referirse a los que recogen comida en los contenedores o a los chatarreros. “Persona o familia con inestabilidad domiciliaria” los que no pueden conseguir un domicilio estable por desahucio o falta de recursos. Tradicionalmente los llamábamos pobres por entender que se trataba de personas carentes de recursos para su subsistencia.
Eso sin olvidar el ingenio de algunos políticos que a la emigración forzada de muchos jóvenes le llaman “movilidad exterior" u ordenan a sus funcionarios que omitan la palabra “desahucio” por “otras menos contundentes” para evitar "inquietar a los ciudadanos utilizando esos términos". A bajar el sueldo le llaman “devaluación competitiva de los salarios”, al copago “tique moderador”, a la subida de impuestos “recargo temporal de solidaridad”, al despido colectivo “ERE” o usan antífrasis como “crecimiento negativo”.

Poner el énfasis, en este nuevo lenguaje, en las conductas de las personas afectadas más que en la lógica colectiva, muestra las dificultades de una sociedad para hacerse cargo de sus propios desechos, de eso que ella produce en su back door como residuo no reciclable por un sistema que “se ha vuelto hostil a la vida” (Sennett)  y que Lacan describió como contrario al amor por el hecho de que no deja ningún margen para la falta, que todo en él –incluidos los residuos y las personas como objetos consumibles- aparecen como reciclados en una entropía voraz e infinita. Hoy la diferencia entre producto y desecho se difumina y por eso hablamos de tele basura o de contrato basura.
Frente a esta corrupción del lenguaje hay ya iniciativas en marcha, algunas orientadas por el psicoanálisis, que proponen devolver la dignidad a estas personas dándoles la palabra individualmente y en grupo. Fórmula que se opone, además, al mutismo que comporta la creciente medicalización de la vida cotidiana como “solución” universal para tapar la angustia.

BULLYING: El acoso a la subjetividad

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La Vanguardia. Tendencias, sábado 11 de julio de 2015

El reciente suicidio de una niña discapacitada, víctima de acoso escolar, nos recuerda las dramáticas consecuencias del bullying. No es un caso único, si bien es difícil cuantificar los casos de suicidio relacionados con el acoso. Son situaciones extremas que se suman a otras más frecuentes y que comportan un gran sufrimiento psíquico para los chicos y chicas objeto de esa violencia entre iguales.

Siempre hubo actos de matonismo en la escuela como nos recuerdan personajes literarios como el estudiante Törless de Robert Musil o la reciente obra teatral de S. Vila-Sanjuán “El club de la escalera” (Teatro contra el bullying). Pero entender la actualidad del bullying implica situarlo en nuestro contexto y localizar sus novedades. Una investigación en curso, y en la que hemos recogido testimonios diversos de alumnos, padres y docentes, nos aporta tres claves.
Por un lado el declive de la autoridad, encarnada tradicionalmente por el padre y sus derivados (maestro, cura, gobernante). No se trata tanto de ausencia de normas - haberlas haylas- sino de juzgar la autoridad paterna por su capacidad para inventar soluciones, para transmitir un testimonio vital a los hijos, a esos que como Telémaco, hijo de Ulises, miran el horizonte escrutando la llegada de un padre que no acaba de estar donde se le espera, para acompañar al hijo en su recorrido y en sus impasses.
Muchos de los chicos y chicas entrevistados nos confiesan que los adultos, profesores especialmente, nunca se enteran de lo que pasa y ellos mismos no confían en que puedan ayudarles a frenar ese acoso. Más allá de la exactitud de estos reproches hay una verdad latente en ellos: los alumnos/hijos esperan algo que no llega, una invención que les ayude a tratar el real que esa violencia implica y de la que ellos mismos, víctimas, acosadores o testigos, son participes sufrientes. En la espera, cualquiera puede ser víctima.

La segunda clave es la importancia creciente de la mirada como un nuevo objeto de goce privilegiado en la cultura digital, donde se trata de hacerse visible y asegurarse estar incluido en la comunidad. No quedar al margen como un friki o un pringao. Junto a la satisfacción de mirar y gozar viendo al otro víctima hay también el pánico a ocupar ese lugar de segregado, de allí que los testigos sean muchas veces mudos y cómplices. Mario lo tiene claro: “Es difícil tío salirte del grupo porque entonces te ven débil y van a por ti. A veces le insultaba para disimular pero no me gustaba. Lo hacía porque yo no quiero ser un pringao”.
La tercera es la desorientación adolescente respecto a las identidades sexuales. En un momento en que cada uno debe dar la talla surge el miedo y la tentación de golpear a aquel que, sea por desparpajo o por inhibición, cuestiona a cada uno en la construcción de su identidad sexual. Laura lo explica muy bien: “Hay una chica que es superpopu, cuelga fotos suyas provocativas y se gana muchos ‘me gustan’. Algunos envían cartas y la tratan de puta por internet porque ellas también quieren ser popus.”

Estos tres elementos convergen en un objetivo básico del acoso que no es otro que atentar contra la singularidad de la víctima. Elegir en el otro sus signos supuestamente “extraños” (gordo, autista, desinhibida,..) y rechazar esa diferencia por lo que supone de intolerable para cada uno. Es una violencia contra lo más íntimo del sujeto que resuena en cada uno y cuestiona nuestra propia manera de hacer.

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